La Junta más difícil de Quico Catalán

El presidente del club levantinista se expone ante los accionistas en uno de los momentos más críticos desde que es máximo mandatario. La crisis económica y deportiva son los puntos que más tensión generarán

El presidente del Levante, durante la Junta de 2019.

El presidente del Levante, durante la Junta de 2019. / F . CALABUIG

Rafa Esteve

Rafa Esteve

En medio de la situación más insostenible que vive el club en la última década, el Levante afronta la Junta de Accionistas correspondiente a la temporada 2020/2021 con Quico Catalán en el foco de las críticas y como uno de los principales causantes del panorama en el que se encuentra inmerso la entidad que preside. Aún con los rescoldos humeantes de la dolorosa derrota (3-4) en el Derbi, el presidente granota tendrá que solventar la difícil y comprometida papeleta de justificar los motivos por los que el club va a la deriva tanto en lo deportivo como en lo económico, provocando una alta crispación social que ya se hizo notar en el encuentro del pasado lunes contra el Valencia. Casi once años después de su nombramiento como máximo mandatario, Quico Catalán dará la cara ante los accionistas en un contexto de tensión y con la finalidad de exponer soluciones ante la crisis, aunque la sensación, según en ambiente previo al acto, es que tendrá que lidiar con un bombardeo de críticas y discrepancias debido a una gestión que, a día de hoy, resalta por sus grietas. 

Las cuentas del Levante del ejercicio 20/21 no engañan. En comparación con el curso anterior, el desfase de deuda es sonrojante, al pasar de tener un déficit económico de casi ochenta mil euros a veintitrés millones en pérdidas. Una caída que arrastra devaluación, con 6,7 millones de errores contables y una pérdida de valor en las acciones, ya que, en un año de margen, han pasado de costar 334 euros a 94,85. Para más inri, pocos puntos de sus resultados atesoran superávit. Solo dos millones en el importe neto de la cifra de negocios y apenas uno en otros gastos de explotación (servicios exteriores, tributos, desplazamientos...). Sin embargo, la mayor brecha está en los gastos de personal (sueldos, salarios asociados a la plantilla y cargas sociales). Diez millones de gasto aproximadamente hay de diferencia entre una temporada, pasando de cuarenta a cincuenta. Es decir, un ochenta por cien del presupuesto del club (61.189.610 millones) es destinado a tal apartado. Sumado a los gastos de explotación, amortización del inmovilizado y aprovisionamiento entre otros refleja la cifra que condena al Levante: 23 millones de deuda. 

No en vano, es un agujero negro que se ha ido construyendo poco a poco y que no tiene escapatoria. El fondo CVC le dio margen de maniobra al Levante después de no vender antes del 30 de junio a cambio de un valor aproximado de 17 millones. Ahora, está obligado a traspasar en el mercado de invierno por diez 'kilos' antes de que finalice el curso. Sin embargo, el club confía en terminar el año con números positivos, al igual que considera que la pandemia dinamitó su economía. El motivo principal por el que hay esperanza en obtener beneficios es debido a CVC, donde los casi setenta millones que recibirá se repartirán de la siguiente forma: setenta por cien para infraestructuras, quince para ajustar el Fair-Play financiero y el último quince por cien para la compensación y posterior reducción de la deuda.

Independientemente de las cifras, el Levante, con Quico Catalán a la cabeza y después de que el Patronato votase a favor de los presupuestos en la reunión que llevó a cabo el Consejo la semana pasada, tendrá que lidiar con una Junta General de Accionista que tendrá su repercusión y que retumbará en el ecosistema granota. A la deuda, además, se le suma un contexto deportivo que es un auténtico drama. Colista, a siete puntos de la permanencia, con la losa de ocho meses sin saber lo que es conseguir una victoria y con menos margen para conseguir la salvación en la élite. Una Junta con cuentas pendientes y asperezas que limar.