Historia de España en el Mundial

Un debut con luces y sombras: así se estrenó España en el Mundial de Canadá de 2015

No pudo ser y la Roja quedó eliminada a las primeras de cambio después de empatar ante Costa Rica (1-1) y caer por la mínima ante Brasil (1-0) y Corea del Sur (2-1)

España debutó en la fase final de un Mundial frente a Costa Rica en la edición de 2015.

España debutó en la fase final de un Mundial frente a Costa Rica en la edición de 2015. / EFE

María Tikas

El Mundial de Canadá de 2015 pasó a la historia del fútbol femenino español. Para lo bueno y para lo malo. Fue la primera Copa del Mundo que disputaba la absoluta y una auténtica gesta que supuso un gran paso adelante. 

Pero también será recordado por ser el Mundial que sacó a la luz los episodios más oscuros de la selección femenina, en manos de Ignacio Quereda entre 1988 y 2015. En lo deportivo, la gesta fue todo un éxito. No tanto por la participación en el Mundial -que pudo haber ido mejor, especialmente porque en dos de los tres partidos se adelantó España y compitió bien para quedar mejor en la fase de grupos- sino por el camino hasta llegar a Canadá y tener la oportunidad de competir, por primera vez, contra las mejores del planeta.

El camino

Clasificado de manera directa después de una gran fase previa que culminó con una victoria ante Rumanía (2-0, con doblete de Natalia Pablos), el combinado español afrontaba la cita con ilusión y ambición.

No pudo ser y la Roja quedó eliminada a las primeras de cambio después de empatar ante Costa Rica (1-1) y caer por la mínima ante Brasil (1-0) y Corea del Sur (2-1).

Unos resultados que evidenciaron que, pese a que se había conseguido algo histórico, aún había mucho margen de mejora en el futuro. Era el primer paso.

Estalló la tormenta

Las propias jugadoras fueron las primeras en asumir responsabilidades de forma pública. Reconocieron sus errores y, en bloque, pidieron una mejor preparación de cara al futuro.

Fue entonces cuando estalló la tormenta. Justo después del Mundial salió a la luz que, durante casi tres décadas, las futbolistas internacionales habían sufrido constantes vejaciones, desprecios y un trato intimidante por parte de Quereda. Una humillación que sufrieron en silencio por miedo a no ser convocadas nunca más.

Hasta que se plantaron. Y aprovechando la atención mediática hicieron pública una carta pidiendo la dimisión del seleccionador. Se centraron en los motivos deportivos -los no deportivos ya los habían trasladado de manera interna y la Federación, presidida por Ángel María Villar, miró hacia otro lado- y alegaron que no habían preparado bien el torneo, viajando sin antelación, sin amistosos de preparación, sin analizar rivales y un largo etcétera. Lejos de hacer autocrítica, la RFEF les exigió una disculpa. Quereda, que en un primer momento amenazó en “cargarse” a las jugadoras antes de hacer pública la carta y entonces se negó a dimitir, lo acabó haciendo mes y medio después. Pero fue despedido con una carta llena de elogios a su gestión.

Jorge Vilda fue el elegido para relevarlo. Un perfil de entrenador joven y de la casa. La mejoría entonces fue notable y España llegó a cuartos de la siguiente Eurocopa.

Adiós a una generación valiente

El peaje del relevo en el banquillo después de 27 años costó caro, especialmente para las veteranas que habían liderado la revuelta. Vilda empezó a prescindir en las convocatorias de Ainhoa Tirapu, Natalia Pablos, Ruth García y Sonia Bermúdez. Y la última señalada fue Vero Boquete, que había sido la mejor española en el Mundial y brillaba en Europa a nivel de clubes, tanto con el Bayern como con el PSG.

“Cuesta creer que mi ausencia en la convocatoria para la Eurocopa sea por un tema deportivo”, dijo Boquete en una entrevista en El País el 1 de julio de 2017, “estoy en uno de los mejores equipos de Europa y he hecho una temporada bastante buena con final de Copa y Champions”. Fue el precio a pagar por el cambio. Y para ellas valió la pena.