Y Quico dijo basta

El Levante no se podía permitir seguir con el reloj parado. Sus derrotas no estaban siendo solo en el campo

Quico Catalán, ante los medios de comunicación

Quico Catalán, ante los medios de comunicación / F. Calabuig

Rafa Marín

Rafa Marín

Con los focos apuntando a la propiedad del Valencia, la degeneración del Levante UD ha ido haciendo camino hasta decir “¡basta!”. Fue el rotundo pero necesario titular ayer en nuestra portada tras la verbena de la segunda parte contra el Betis y la vigesimotercera jornada sin ganar. Pese a que no estuvo en Sevilla, como tampoco en la visita de Tebas, nada extraño en estos tiempos de cuarentenas, a Quico no le tembló el pulso.

Reunió al Consejo y después de siete horas no solo cayó Pereira, al que ni convocaron, sino que lo acompañó toda el área deportiva. Apenas un rato antes, sus tres miembros habían defendido la continuidad del técnico por el que habían apostado hace siete jornadas a todo o nada. Desbordados y dentro del lote. En el club, bajo presión y en combustión, jamás sintieron a Pereira como propio. A cada jornada, incluso después de las de mejoría, fueron creciendo las dudas. Y la expectativas de que el equipo arrancase con él eran muy pobres. El Levante está, víctima de graves errores en cadena, abocado a un cambio radical para evitar el descenso. No se podía permitir que el reloj continuase corriendo. Sobre todo porque las derrotas no están siendo solamente en el campo ni son culpa exclusiva de los despedidos. Para superar una crisis como esta hacen falta más pasos al frente y que la drástica decisión de anoche no vaya a ser tampoco la última. Es del todo necesario generar las condiciones para que eso ocurra, que los cambios sean profundos y que se ponga punto y final a una casta de vestuario a la que no se puede sacar de la foto.

Esperanza

A Paco López, el mejor entrenador de la historia, se lo llevó por delante el desgaste. Y a Javi Pereira lo han hecho las malas decisiones, de manera especial la gestión de los cambios. En un equipo en el que los líderes brillan por su ausencia él no lo ha sido. Es mejor entrenador de lo que ha demostrado, pero la sensación es que ni él mismo se lo creía. Las 15 jornadas sin ganar, que son 23 sumando las de la pasada temporada, obligan al equipo a emular la salvación de Luis García. Hoy parece imposible pero no menos que entonces.