Opinión

Hacia nunca jamás

Una vuelta sin ganar, bajando los brazos, obligando al aficionado a sacar una sonrisa de donde no hay y con solo ocho puntos... ¿Qué ha pasado para llegar a este punto?

Campaña ante Trigueros, durante el encuentro de este lunes en La Cerámica.

Campaña ante Trigueros, durante el encuentro de este lunes en La Cerámica. / José Manuel López

El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. En el Levante UD ya van 19 seguidas. Una semana tras otra queriendo encontrar motivos para no perder la fe y de repente... una manita del Villarreal devuelve a la realidad a toda una afición que empieza el año como acabó el anterior. Encabronada con su equipo. Tratando de buscar respuesta a un misterio sin resolver. Cómo ese Levante que rozó la gloria y se quedó a una prórroga de una final de Copa del Rey es incapaz de ganar un partido. O al menos de estar cerca de hacerlo. ¿Cómo se ha llegado a este punto?

Año a año el levantinismo fue cavando su propia tumba. Cada año la defensa tenía las mismas lagunas y nadie era capaz de resolverlas, los 30 de Jefferson Lerma se marcharon en Vukcevic, Dwamena, Moses Simon más una buena ronda de contratos altos y que ahora ahogan el ‘Fair Play’ Financiero de una entidad incapaz de poder resolver la situación en el mercado.

En las últimas ventanas de hecho no solo no se mejoró sino que solo De Frutos sirvió para encontrar algo de nivel. Y eso que el segoviano este año está lejos de lo ofrecido el curso pasado. El vestuario no da un paso al frente, la directiva empeora la situación a cada paso y el banquillo es una trituradora de entrenadores. Incluso Paco López, quien empezó la temporada con dudas tras el final de la temporada pasada, se marchó tras ocho jornadas y once después solo se han sumado los mismos que logró el de Silla. Cuatro. Ocho en total.

Ni Javi Pereira, ni Alessio han dado con la tecla. Y tiene pinta de que costará que así sea. Sobre todo con un vestuario que parece alejado de cualquier acto de responsabilidad. No solo vale con ponerse de rodillas al descanso mientras la televisión enfoca. Importa más todo lo que sucede mientras el balón rueda y uno se encarga de gesticular para parecer implicado.

El aficionado, el de la grada, solo reclama un poco de alma y carácter. Ese que ha tenido el Getafe de la mano de Quique Sánchez Flores. Incluso el Mallorca, con peor plantilla, o menos nombres, que un Levante que viaja a la deriva y a ritmo de 82 goles en contra a final de temporada. 

El promedio de tantos recibidos de hecho es de 2,15. Como si del patio del colegio se tratara y el Levante fuera como cuando se juntaban los mejores y tenían que remontar desde el inicio. Tristemente ni son los mejores, ni lo parecen.

En el horizonte, y en una semana de Copa en la que tampoco hay respiro después del ridículo en Alcoi, un Mallorca que recuerda al último día de Paco López en el banquillo granota. La mala educación de Maffeo. El penalti fallado de Morales. El fallo de Róber Pier sin portero. La mano de Mboula. Qué lejos queda todo eso. Qué lejos queda la felicidad en el Ciutat de València.