Opinión

Hola a Gennaro y adiós a Gattuso

El italiano pone a prueba su leyenda en un Valencia al que llega atado de pies y manos

Una imagen de Gattuso

Una imagen de Gattuso

Es duro ser un friki del fútbol. Ni siquiera tener la familia más futbolera del mundo es capaz de llegar a los rincones a los que un adolescente aburrido y enamorado de lo suyo puede llegar. Por eso, aquel verano de 2013 en Sion, se plantaron con un no rotundo. “Pero papá, que está Gattuso”, dije para intentar que alguien me acompañara a ver el fútbol durante nuestras vacaciones en Suiza. “Y a mí qué me importa”, fue la respuesta. Mi enfado duró años. Ver a Gattuso en Sion era para mí en aquel momento como ver a Cruyff en el Levante o a Pelé en el New York Cosmos, una especie de pieza de coleccionista del frikismo futbolero. En cuanto sonó el primer rumor de que venía a Valencia, pasé todas facturas por el grupo familiar con un escueto “estoy dolido”, para darle más drama.

Siempre me generó curiosidad Gattuso. Adoro al personaje. Al jugador secundario, el que se deja todo por el compañero, ese al que Enric González define en Historias del Calcio como el ‘+1’: “el jugador bajito, feo y peleón que siente más amor por los colores que el hincha más fanático del gol sur”. Su franqueza en ruedas de prensa, como cuando le dijeron que había sido el mejor de un partido del todopoderoso Milan y replicó con un contundente “no empecemos insultando al fútbol”. Su coraje dentro y fuera de la cancha resumido en las mil y una frases que recordaba y todas las que he descubierto metiéndome en su apartado en Wikiquote, una de esas cosas que nos acarician el alma a los frikis del gattusismo y amantes de los iconos pop que rodean al mundo del fútbol.

Qué carrera tan rara ha elegido, como empeñado en mostrar que también en los banquillos era un hombre hecho a sí mismo. Podría haber hecho como cualquier leyenda del Milan, marcarse un Leonardo, un Seedorf o un Inzaghi. Colgar las botas, dedicar un par de años a la vida contemplativa y directos a trabajar en el otro lado del mostrador de Milanello. Pero decidió plantarse en Sion como si tuviera algo que demostrar, en un club al que le acabaron quitando 36 puntos en los despachos por un lío societario que también le costó el puesto. Pasó al Palermo de Zamparini, el presidente que más entrenadores ha destituido en la historia del fútbol mundial. De ahí, al OFI Creta griego, con su famoso “too much Malakia” (demasiada mierda) fruto de los impagos a sus jugadores. Solo su buen hacer en Pisa dio al Milan un buen motivo para ofrecerle ese paso adelante que él mismo demoró.

Llega Gattuso y tengo sentimientos encontrados. Me parece imposible que el ídolo sea remotamente igual de icónico desde Italia que en la distancia corta y el desgaste del día a día de un proyecto decadente. Si Bordalás no mordió la mano que le daba de comer incluso en su despedida, ¿será Gattuso tan rebelde contra el mayor aliado de Mendes? Me habría gustado ver a Gennaro llegando por la puerta grande que su leyenda merece, pero a él nunca le gustaron los universos paralelos. Un día le preguntaron qué habría pasado si un tiro de que fue al larguero hubiera sido gol y respondió que si su abuelo tuviera tres patas sería un pinball.

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