Gestión y pizarra

El Valencia ya sabe que con lo que está haciendo no es suficiente

Rubi en el partido entre UD Almería - Valencia CF

Rubi en el partido entre UD Almería - Valencia CF / Carlos Barba

Andrea Esteban

Andrea Esteban

Observar y ver el fútbol desde fuera sin esa presión de ser la responsable del resultado hace que cada fin de semana me dé más cuenta todavía de la importancia de todas las decisiones que tomamos los entrenadores. Este domingo Rubi consiguió cambiar el partido en dos momentos clave, y pienso que es el mayor responsable de la victoria del Almería. El primer cambio que determinó la dinámica fue alrededor del minuto 30, y pudo pasar desapercibido.

El Almería estaba compitiendo sin balón con un posicionamiento en 1-4-4-2 que le hacía defender en inferioridad numérica en el centro del campo. Cuando Kluivert o Castillejo aparecían por dentro para buscar asociarse con sus compañeros podían recibir solos, y generar situaciones de superioridad cercanas a área. Tener dos delanteros tampoco estaba provocando transiciones ofensivas peligrosas del equipo local y por tanto, el entrenador intervino de una manera muy acertada y pobló con un jugador más ese medio campo, situándose con un 1-4-5-1.

A partir de ahí, el Almería mejoró defensivamente y el Valencia empezó a atascarse en campo rival, acabando las jugadas con un frecuente centro lateral de Foulquier, que la mayoría de veces tenía una consecuencia insignificante. 

Mayor incidencia tuvo todavía el paso por vestuarios para el devenir del partido. Desde fuera podemos pensar que Rubi lo que hizo fue levantar la voz. Pero en lugar de recriminar falta de intensidad o de actitud a unos futbolistas que podrían estar sintiéndose superados por la clasificación, la categorización de final del partido y un inicio no adecuado en un estadio a reventar por sus aficionados.

El cómo que utilizó Rubi fue felicitar a sus futbolistas, reforzó a sus jugadores por haber resistido, por haber salido vivos con un empate en el marcador de unos 45 minutos que no habían sido positivos para los locales. Lo que hizo el entrenador del Almería fue cargar a sus jugadores de energía, responsabilizarles positivamente de esa primera parte haciéndoles ver que tenían la oportunidad de cambiarlo en la segunda, y que lo más importante de todo, dependía de ellos mismos. 

Esto es tener el control y un chute de adrenalina para unos futbolistas que en los primeros cinco minutos ya habían generado dos ocasiones de gol y diez minutos más tarde habían plasmado un 2-0.

Doble binomio

El resultado del domingo es un resultado de gestión y pizarra. El primer gol local es una mala gestión del Valencia, que se queda con diez y no es capaz de reaccionar para solucionar esa inferioridad numérica momentánea, sin perder estabilidad en su formación sobre el verde. Esa reacción no llega desde dentro, ni tampoco desde fuera. La ausencia de Nico, que observaba desfigurado en la banda el avance de la jugada junto a los servicios médicos, no fue resuelta por ninguno de sus compañeros.

Nadie ocupó su posición y se creó un pasillo enorme en el centro del campo. Estos detalles no se perdonan en el primer nivel, y menos en un partido tan decisivo. Melero fue el más listo y ocupó ese espacio vacío, recibió el balón con ventaja y tuvo tiempo de sobra para poder definir a placer y poner el 1-0 en el electrónico. Pocos minutos más tarde, llegaría el segundo gol de córner, un tanto de pizarra en el que el Almería explotó una debilidad que el Valencia lleva mostrando desde hace jornadas.

Ese segundo palo vacío, con la ausencia de jugadores zonales, deja toda la responsabilidad para los futbolistas que marcan individualmente y el portero. Un buen bloqueo del equipo local con un movimiento hacia atrás tras un engaño previo del futuro rematador bastó para terminar de hundir a un equipo visitante que quedó completamente en shock tras recoger de nuevo el balón desde dentro de su portería. 

El Valencia lo intentó hasta el final, se encontró con un gol a favor gracias a que la suerte se puso, por fin, un poquito de su lado. No fue suficiente y se fue de vacío de Almería. Y no solo me refiero a marcharse sin ningún punto, sino que acabó la jornada ahora sí conocedor de que lo que está haciendo hasta ahora no es suficiente para sumar, ni para doblegar a sus rivales directos.

Algo tiene que cambiar. Tiene una semana completa para detectarlo, trabajarlo y plasmarlo el próximo domingo en Mestalla. El Valencia se enfrentará a un equipo que vendrá un par de días después de competir en Europa League, dato que obviamente tiene que aprovechar al máximo el equipo local. 

Gestión y pizarra fueron determinantes una vez más para el resultado. Mi firme creencia es que el resultado es la confluencia de ambas. Y es que a la hora de la verdad ninguna de las dos se sostiene sin la otra.