Meritoncracia

La perversa tradición de acudir a Singapur a recibir órdenes se ha convertido en el insulto más descarado

Miguel Ángel Corona, Javier Solís y Lay Hoon

Miguel Ángel Corona, Javier Solís y Lay Hoon / JM Lopez

Joan Carles Martí

Joan Carles Martí

No hay ningún club de fútbol que no haga público sus principales acuerdos directivos. Ni gobiernos, ayuntamientos, ni comunidad de vecinos. Incluso las grandes empresas, incluso las medianas y pequeñas, han entendido que la transparencia es un valor reputacional para sus marcas, porque el ocultismo, además de medieval, acaba siendo nocivo. El Valencia de Peter Lim está fuera de todo tipo de modernidad empresarial, institucional y futbolística. El secretismo de su alevosía contrasta con cualquiera de las buenas prácticas que se enseñan desde el primer día en las escuelas de administración de empresas.

La perversa tradición de acudir a Singapur a rendir cuentas o recibir órdenes se ha convertido en el insulto más descarado al valencianismo, que ha aprendido a respirar hondo y contar hasta cien ante tanta mezquindad. Un repaso rápido a la geografía futbolista enseña que jeques, magnates y fondos de inversión que compran clubes envían a sus mejores ejecutivos en las oficinas cercanas a los estadios. Pero ni eso ha hecho bien Lim, que sigue con su mando a una distancia de más de 11.000 kilómetros, por no recordar el nivel de algunos de sus compatriotas que se han paseado por Paterna.

Esa desastrosa forma de gestionar el Valencia es el fiel reflejo de la actual situación deportiva. Sin planificación deportiva, con el agente Jorge Mendes llenando el equipo con proyectos de promesas y jugadores descartados, sin criterio ni continuidad en el banquillo, con la cantera abandonada y con el máximo desprecio a la mayoría de leyendas que no se han plegado a sus designios por cuatro duros. Nada sabemos de las órdenes que ha dado el dictador Lim a su súbdita presidenta, Lay Hoon Chan y sus dos donceles, uno al que no se le cae la cara de vergüenza de seguir todavía de portavoz presumiendo de valencianista, Javier Solís, y al tal Corona. Pues lo que haya salido de esa reunión es más importante de lo que pase mañana en Vigo, porque Baraja puede seguir haciendo pruebas e incluso se pueden hacer goles sin delanteros, pero lo que necesita urgentemente el Valencia es saber que va a hacer Lim, en el supuesto caso que lo sepa.

De nada vale la historia, ni recordar cómo se le puso la alfombra roja al mayor fraude de la venta de una entidad centenaria. Ni mucho menos la nostalgia, la principal enemiga del futuro. Lim continúa humillando al valencianismo con el peor equipo de años, sin terminar el nuevo estadio y sin mantener el mítico Mestalla.

Las dictaduras anestesian, y eso es lo que mejor ha hecho Meriton, experta en repartir y pagar favores, aunque más pronto que tarde acaban cayendo por mucho que se hayan acomodado al pan y circo.

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