Estar o no estar, esa es la cuestión

No levanta cabeza el Villarreal, tampoco con Marcelino. El trastazo en Salamanca pone más en valor que el Valencia no se lo diera

Los jugadores del Valencia celebran el pase en Cartagonova

Los jugadores del Valencia celebran el pase en Cartagonova / JM López

Rafa Marín

Rafa Marín

No levanta cabeza el Villarreal de Marcelino, que a la espera de Guedes se pegó un trastazo de época contra el Unionistas. Una eliminación en los penaltis que recrucede la problemática amarilla y que pone todavía más en valor que el Valencia CF sí que cumpliese con su papeleta. La Copa es así y de sobra era sabido que la noticia pronto dejaría de estar en los apuros o en cómo de cerca se pasó del drama, incluso en la confirmación una vez más de las limitaciones de la plantilla o el encaje de bolillos para dosificar esfuerzos sin que se caiga el equipo. La noticia es que los del Pipo tienen rival en octavos, el Celta de Benítez. Y que, puestos a soñar, la final de Copa está a cuatro partidos. Eliminatorias como la de Cartagena o la de Salamanca que pueblan los primeros cruceros están hechas para resistirlas y poco más, sin análisis excesivamente sesudos sobre el juego ni las formas. Siempre que se gane, por descontado. Y es que de lo que se trata es de eso, de seguir en busca de otra ronda, como mucho quedándose con lecturas como la de que el patio no está para bajar el pistón ni contra el colista de Segunda. Todo sea por el resultado, porque lo contrario es perder y de cabeza al diván a relamerse las heridas. Un espacio bastante peligroso en el que es del todo recomendable no acomodarse. El movimiento genera más movimiento y el Valencia ya está pensando en el siguiente partido, en recuperar a los tocados y en volver a ser el de la última jornada de Liga. Un objetivo que no pasa por el mercado, oportunidad ante la que el entrenador hace como que no va con él. Postura inteligente porque de esa manera se evita cualquier decepción Si suena la flauta, bienvenida sea. Y si no, paso a paso, tirando de chiquillos, aprovechando hasta el tuétano del vestuario y construyendo a medio y largo plazo un proyecto en el que cuanto menos meta Lim la pezuña, mejor. Desgastarse en lo que no depende de uno mismo es un mal negocio.

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