Si hay algo positivo en la tendencia derrotista del Valencia es que la adversidad, en algunos casos, consigue el efecto contrario al desapego y refuerza el sentimiento de pertenencia. Esa es precisamente la historia de Xavi, de Tavernes de la Valldigna, que después de ver al Valencia caer en Anoeta ante la Real Sociedad en un partido que dejó en el ambiente la sensación de que el equipo ha tocado fondo -algo que por otra parte sucede cada semana desde un tiempo a esta parte-, tuvo un impulso. Lo explicaba él mismo en uno de los grupos más concurridos de valencianistas que tiene la red social Facebook: "Después de ver el partido de hoy mi impulso fue irme con mi hijo y comprarnos la nueva camiseta de nuestro Valencia CF. Me da igual quién mande y quién juegue. Siempre seremos del mejor equipo del mundo. Amunt mi Valencia Club de Fútbol".

En un gesto de reivindicación y de afirmación de unos colores por encima de cualquier circunstancia, dirigente y futbolista, Xavi se aferró al escudo. Se llevó a su hijo, también llamado Xavi, en coche desde Tavernes de la Valldigna hasta Alzira y allí compró una camiseta para cada uno. El pequeño eligió el equipaje visitante, que mezcla el color negro con el naranja, mientras que el padre apostó por la camiseta blanca, de entrenamiento.

Se trata de un gesto más de un valencianista más pero como Xavi existen cientos, quizá miles de seguidores que vienen sufriendo desde hace tiempo una sucesión de golpes y que se resisten a consentir que el derrotismo entierre las ilusiones depositadas en su Valencia. El escudo siempre está por encima de todo y de todos. Desde un tiempo a esta parte, el club parece estar poniendo a prueba a los valencianistas. El Valencia no gana, tampoco transmite, ni siquiera conecta pero frente a la desilusión y el desarraigo siempre quedará el escudo, los colores y los irreductibles, siempre dispuestos a hacer un esfuerzo extra para empujar al equipo hacia una nueva realidad.