«¡Mestalla quiere la Copa!». El cántico que resonó en la Avenida de Suecia a las 19:19, la hora del centenario, fue premonitorio para un equipo con el objetivo de entrar en una final once años después. Este Valencia CF se ha ganado la oportunidad de escribir un nuevo capítulo en su historia. Por si a alguien le quedaba alguna duda, el segundo asalto de las semifinales de la Copa del Rey se iba a librar como una batalla. Algo más de siete mil personas colapsaron las calles de los alrededores del estadio valencianista desde más de dos horas antes del encuentro para recibir a los jugadores con un ambiente espectacular, a la altura de las grandes ocasiones. Frente a la fachada, una pancarta con el lema: «Tornarem a Sevilla». Como en el '99. La afición asumió un papel protagonista en la noche de ayer. No sería ninguna exageración decir que marcó el primer gol antes incluso de que comenzara el tiempo de juego. Pasaba el bus verdiblanco, estrangulado por un ambiente ensordecedor, y minutos después el de los valencianistas, alentados al cántico de «Vamos campeón». Se prendieron dos bengalas rojas para que la Plaça de l'Afició fuera un infierno, el panorama intimidaba y el estruendo de la calle fue tal que se escuchaba con nitidez desde el interior del estadio en el instante en que los jugadores de ambos equipos comenzaron a testar la alfombra verde de Mestalla.

Con los gladiadores dentro del coliseo, la afición comenzó a dispersarse. Unos a hidratarse, otros a tomar su asiento en la grada. La avenida de Suecia siguió inundada de valencianistas hasta el pitido inicial. Y entre el tumulto, los Gayà. Alguien se acercaba a los familiares y amigos del '14' para alabar la capacidad competitiva del de Pedreguer: «Quins ous té el teu germà... Jugar en el nas trencat». Otros, envalentonados tras el recibimiento, anticipaban su guion de partido: «Hui tres a zero i cap a casa». Algún bético comentaba con los suyos_ «Hoy Setién será más amarrategui que nunca, ya verás». Poco antes del inicio del encuentro se desplegó en uno de los fondos de Mestalla una pancarta en honor a Waldo Machado: «Waldo va conquerir Europa i per a ell és esta Copa». El recuerdo hacia el mítico cañonero de los sesenta estuvo muy presente. El minuto de silencio previsto, de hecho, se quebró por una ovación atronadora a los pocos segundos. Había muchísima energía en el ambiente. Solo los partidos ante Atleti (46.174 espectadores) y Barça (46.249) superaron la entrada de ayer: 45.222.

El himno regional, cantado a capella y acompasando el tifo con el lema 'Volem la Copa', fue pura electricidad. Mestalla acompasó cada curva durante el partido y cuando el equipo mostró el mínimo signo de flaqueza Marcelino no dudó en invocar el espíritu de la grada, como ocurrió algunos unos minutos antes del descanso. Mestalla apretó, sufrió, resistió y disfrutó. Cada embestida del Betis era puro vértigo y cada contragolpe valencianista hacía vibrar a los locales. El de ayer, sin duda, no era un partido apto para cardíacos y durante la segunda parte se descontaban minutos, uno tras otro, hasta consumar el resultado que daría el billete a la final. El gol de Rodrigo se celebró con el alma, con todo el estadio de pie, sacando todo el bagaje contenido a lo largo de más de una década sin vivir algo similar. El VAR chequeó si era válido y sí lo fue, por lo que el gol se cantó dos veces. Al término de los noventa minutos, después de mucho remar, Mestalla rugió para festejar que el 25 de mayo el Valencia CF volverá a jugar una final. Otra vez a Sevilla. Concluido el encuentro la fiesta se trasladó frente a la fachada principal, en la Avenida de Suecia, como en la noche del Getafe. Los jugadores salieron al balcón para darse un baño de masas. La afición -miles de valencianistas, como en el recibimiento al equipo- coreó los nombres de los jugadores. Mestalla vibró ayer con una noche histórica.