El fichaje de David Silva por la Real Sociedad embrolla un poco más la realidad de los valencianistas. Tras una década de éxitos en el Manchester City, duele ver como su regreso a LaLiga va a producirse en Donostia y no en València, pero la realidad es que el centrocampista nunca fue una opción auténtica para el Valencia CF. Su reentrada dependía de un tipo de apuesta deportiva y económica complicada, que nunca llegó a plantearse como posibilidad real. El club nunca dio el paso al frente o los pasos necesarios para firmar a un futbolista de semejante dimensión. En la trastienda de la no operación había, además, otro tipo de proyecto latente, sinónimo de futuro y bandera para el club: Lee Kang In

La posibilidad de repatriar a Silva floreció durante el confinamiento y sonaba bonito, como ha sucedido con nombres como David Villa o Juan Mata. El canario había tomado la decisión de cerrar etapa en el Manchester City, terminaba contrato y su vigencia deportiva estaba y está fuera de toda duda. Con estos condicionantes y con el factor emocional de su lado, el Valencia hizo lo que tenía que hacer: preguntar e informarse sobre su situación-disposición. Pese a las buenas intenciones entre las partes, no hubo más. El club siempre ha asumido que no llegaba al salario y que no tenía armas para maniobrar consciente de la realidad: dura en Liga de Campeones, difícil fuera de ese primer escalón y deprimente sin Europa. Había que esperar a cerrar la clasificación, evaluar el impacto del Covid-19 y atender a la intención del futbolista, que se ha hecho evidente. Silva siente que puede seguir compitiendo al máximo nivel, lo ha demostrado firmado por la Real Sociedad o negociando con la Lazio, club Champions en Italia. Nada de Qatar o Estados Unidos, donde se le ubicaba en primavera.

Nunca fue una opción prioritaria

El no fichaje tiene todo que ver también con cuestiones deportivas. Más allá de la ilusión de César Sánchez, el club nunca se llegó a plantear un proyecto o un Valencia 2020/21 en torno a Silva. Más allá del globo sonda, en la hoja de ruta y en las previsiones que se trabajaron durante el confinamiento, Silva nunca apareció como un elemento capital o importante. La planificación insiste en el valor de la apuesta... fantasma. Cero margen económico para presentar un salario a la altura de su estatus y cero argumentos futboleros para atraer el interés del mediapunta. La Real Sociedad ha hecho cumbre desde el trabajo silencioso y con una jugada total. David Silva llega como jugador bandera y recambio de Martin Odegaard. La idea era conservar un año más al noruego, pero el Real Madrid lo reclama y la acción produce una reacción bien pensada y desarrollada. Puntal a corto plazo por puntal a corto plazo. Todo en línea: inversión y refuerzo bandera para acompañar a líderes como Oyarzabal o Mikel Merino. Con un extra en experiencia entre tanta juventud. Hasta en eso encaja.

La Real sí lo ha visto claro. Tenía a Odegaard (21 años) cedido y ha apostado por presentar como continuador a uno de los jugadores (34 años) más importantes en la historia. El planteamiento del Valencia es otro: Kang In (19 años) es presente y futuro. Teniendo un Odegaard propio, para qué Silva. Esa es la apuesta, realmente atrevida y fuerte.

La enseñanza de Ferran

Después de lo vivido con Ferran, el club tiene claro desde hace meses que no puede permitirse el lujo de 'perder' a Kang In, más todavía cuando la Academia es uno de los pocos hilos de vida que resisten y cuando el mediapunta surcoreano siempre ha sido un jugador central; el ojito derecho de Peter Lim. Tras el paso frustrado 2019/20, la idea es que tenga el contexto (confianza, rol, posición) necesario para asentarse y mostrar su juego.