Bordalás y el brócoli de Marcelino

La historia se repite cuatro años después. Los jugadores alucinan con el ritmo diabólico y la carga de trabajo que ha impuesto Bordalás

Bordalás en Oliva.

Bordalás en Oliva. / VCF

Andrés García

Andrés García

Que no. Que no estoy comparando. Que mi intención no es compararlos. Solo quiero decir que hay cosas en estas dos primeras semanas de la pretemporada con José Bordalás que me recuerdan al primer verano de Marcelino García Toral. Lo que se desprende del vestuario es parecido.

Recuerdo a muchos jugadores de aquella plantilla odiando (en el buen sentido de la palabra) a Marcelino desde el primer día por su exigencia física. Entonces fue la alimentación. El asturiano sometió a la plantilla a una estricta dieta que ninguno esperaba. Que ninguno aguantaba. No estaban acostumbrados. «Estamos corriendo todo el día y para cenar nos planta un brócoli», decían entre la desesperación y la risa.

La historia se repite cuatro años después. Los jugadores alucinan con el ritmo diabólico y la carga de trabajo que ha impuesto Bordalás desde el minuto uno. «¡Los entrenamientos no se acaban nunca!».

Tampoco lo esperaban. Tampoco estaban acostumbrados (venimos de Albert Celades y Javi Gracia). En realidad no son quejas. En el fondo todos los jugadores saben que ese nivel de trabajo les hará mejores. En el fondo todos celebran que la exigencia ha vuelto al Valencia. ¡Que no, que no es una comparación!