Opinión

Van Rossom, el mejor ejemplo para Jones

El belga es un icono del Valencia Basket y con una temporada por delante su camiseta acabará izada en lo alto del pabellón

Van Rossom, satisfecho y feliz con su continuidad en el Valencia Basket

Van Rossom, satisfecho y feliz con su continuidad en el Valencia Basket / Valencia BC

El protocolo habitual del Valencia Basket una vez acaban las temporadas pasa primero por anunciar las salidas para posteriormente ir desvelando las incorporaciones conforme se van consumando. Aunque por medio se coló la renovación de Prepelic, el conjunto taronja oficializó su primer refuerzo para el próximo curso con Chris Jones.

El base estadounidense llega en su etapa de madurez deportiva a La Fonteta y con experiencia Euroliga en la mochila. Un jugador que aterriza para hacer jugar a sus compañeros, producir puntos y hasta sacrificarse en defensa.

Se trata de un director de juego diferente a lo que hasta ahora se ha visto en el equipo y va a dar un salto cualitativo importante. Es precisamente el escaparate de poder jugar la mejor competición de baloncesto después de la NBA la que ha propiciado que Jones se enfunde la casaca taronja por encima de proposiciones también atractivas encima de la mesa como Maccabi o Zalguiris.

La llegada del base de Texas no será la última. El gran reto llega con el juego interior. Las salidas de Tobey y Labeyrie confirmaron que se busca más físico, en otro cambio de dibujo notable a lo que ha sido el borrador del cuadro valenciano estos años. Las seis vivencias de Euroliga evidenciaron esas carencias atléticas que penalizaron la supervivencia continental.

Con el objetivo de aferrarse con algo más de solvencia a una competición que ha caído desde el cielo en forma de invitación, es imprescindible otorgar al bloque de acero y hierro para hacer frente a equipos robustos. Hay que poner todas las armas posibles a Mumbrú dentro de las posibilidades económicas. El paso no debe ser efímero.

En esta tesitura de solidez es importante la postura con Kalinic. Si en el fútbol se habla de clubes complejos en las negocaciones como Napoli o Tottenham, en baloncesto el Valencia Basket está tildado de incómodo. Bien lo saben los dos equipos que casi siempre consiguen lo que quieren. Barcelona y Real Madrid tuvieron que exprimirse a fondo para conseguir llevarse a jugadores como Claver, Oriola o Abalde. Con el serbio va a ser igual. El Valencia Basket no va a regalar a Kalinic y si el Barça lo quiere está obligado a negociar.

Las pautas se van a marcar desde La Fonteta, que nadie tenga ninguna duda. Esa inyección facilitará el poder acometer contrataciones que ahora mismo están en fase estudio de ajuste de número como la de Khalifa Diop, jugador que gusta y que tiene una cláusula importante pero asumible si además se cuenta con ese ingreso indirecto.

No quiero dejar la oportunidad de valorar la continuidad de Van Rossom. Aún recuerdo su llegada desde Zaragoza en 2013 después de haber sido uno de los brazos ejecutores del cuadro maño en el Playoff junto al también fichado ese verano Pablo Aguilar. Pocos podían pensar que Sam iba a significar tanto para el club a día de hoy.

Su historia tuvo un particular desamor en 2017 cuando no fue renovado tras ganar la liga debido a sus complejas lesiones. Las circunstancias personales de Sato después de la Supercopa de Gran Canaria lo trajeron de vuelta, pese a a que el Real Madrid lo intentó, y ese retorno ha estado rodeado de profesionalidad, entrega, puntos y asistencias.

Querido por la afición, Van Rossom es ya un icono del Valencia Basket y con una campaña más por delante su camiseta es candidata a estar izada en lo más alto del pabellón. Acostumbrado a competir en el puesto de base, el belga nunca se rinde y al final es el que acaba jugando, por algo será. Haría bien Jones en fijarse en Sam, es su mejor espejo posible.

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