Opinión

El Valencia CF del «todo está mal» y «si no opinas como yo eres un vendido»

Muchos prefieren vivir en el enfrentamiento y así no es plan

Una imagen de la grada de Mestalla en la primera jornada

Una imagen de la grada de Mestalla en la primera jornada / JM Lopez

El entorno del Valencia actual da asco. Repito: asco. Y me importa bien poco si me gano más enemigos al decir esto. Primero, porque a estas alturas de mi vida a los enemigos los elijo yo a ellos y no ellos a mí. Y segundo, porque el día que opine pensando en lo que puedan decir de mí, recogeré los trastos y me iré a mi casa. Que igual es el sueño dorado de algunos, pero, de momento, no es mi objetivo a corto plazo. 

Peter Lim ha sido un desastre para este club, y el proceso de venta una vergüenza absoluta (esto lo digo también para los que se han cambiado la chaqueta, que de esos hay muchos campando por ahí). Jamás debimos ser vendidos a un inversor. Si lo fuimos, fue porque Bankia no nos dejó ir a un concurso, lo cual habría sido lo mejor para la mercantil, y porque nos obligó a vender activos para pagar la deuda existente. Y, no contentos con eso, pusieron al frente del club a su gente de confianza, para asegurarse de que se hiciera el trabajo. Eso fue lo que pasó en 2014.

¿El resultado?, que un señor que poco antes quizá ni sabía dónde estaba nuestra ciudad se hizo con la mayoría accionarial del club. Del club de nuestra vida. Y quiero recordar aquí la que, para mí, fue una de las tardes más vergonzosas de la historia de Mestalla: esa en la que se recibió a Lim como si fuera toda una estrella del rock. Demencial todo lo que pasó aquel día del ‘Benvingut Peter’. Esto es así y, como diría Murthy, esto es lo que hay. Y no, no nos gusta a nadie. A nadie. Incluso a los que no nos rasgamos las vestiduras cada cinco minutos diciendo lo desgraciados que somos teniendo aquí a Meriton, o a los que no escribimos veinte tuits al día contando lo desastroso que es todo y que cualquier tiempo pasado fue mejor. 

Yo quiero que Lim se vaya, que venda, como todo el mundo en esta ciudad. Sí, todo el mundo. Pero, hasta que eso pase, mi club sigue latiendo, sigue vivo. Y lo que le pase no me puede dar igual, ni puedo pensar que hasta que no se larguen no me preocupo o no me saco el pase. Respetable quien lo haga, por supuesto. Siempre y cuando, claro, no me obliguen a mí a pensar como ellos; que ya está bien con la broma. Y claro que quiero un Nuevo Mestalla de 5 estrellas. No, de 10, de 20 estrellas. Y con 70.000 en la grada y con todos los lujos habidos y por haber. Y quiero que se invierta en fichajes, y tener una plantilla no que aspire a Europa sino a ganar la Liga. Aunque… ¿qué valencianista no quiere tal cosa? Pero, más allá de eso, también me alegran las pequeñas cosas positivas que puedan ir pasando: ganar un partido, ver Mestalla lleno, que se fichen jugadores que nos hagan mejores aunque no todo lo buenos que deberíamos ser. Y pensar así, aunque a alguno le cueste admitirlo, no es estar a favor del máximo accionista. Es ser del Valencia.

El entorno da asco. Lo he dicho mil veces y lo repetiré otras mil. Y es así por culpa nuestra y sólo nuestra. Hemos conseguido generar un caldo de cultivo que es absolutamente nocivo, asqueroso. Y lo digo por todos, empezando por mí mismo. Y, señoras y señores, de este modo no vamos a ninguna parte. No vamos a ningún lado insultando a los fichajes que llegan, o a empleados del club que ni sabemos lo que hacen pero que nos caen mal por el mero hecho de serlo, o a los que piensan distinto, o a los que no insultan a los que nosotros insultamos. 

Leo y escucho mucho que el Valencia de Lim no es el que heredamos de nuestros padres. Pero yo dudo mucho que al mío, a quien le debo este valencianismo que llevaré conmigo hasta que me muera, le gustara que los de un mismo equipo, el nuestro, se tiraran piedras constantemente unos contra otros. Hay cosas que dependen de nosotros y otras que no. La venta del club no, porque jamás tendremos el dinero necesario y porque no hay otra forma de sacar a Meriton de aquí que esa, con un chorro de millones. Pero lo demás sí. Lo demás sí que está en nuestra mano. Aunque empiezo a pensar, cómo no hacerlo, que muchos prefieren vivir para siempre en el enfrentamiento.

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