Buscando el punto ciego

Cuando te encuentras en descenso poco importa el cómo, lo único que importa es el resultado

Lino se lamenta durante el partido en el Camp Nou

Lino se lamenta durante el partido en el Camp Nou / EFE

Andrea Esteban

Andrea Esteban

El balón absorbe. El balón enamora. El balón imanta. El balón siempre es el protagonista. Si solo lo miramos a él, como entrenadores nos perdemos gran parte del espectáculo. Si los jugadores solo lo miran a él y no tienen la posesión del balón, sus rivales encuentran un punto ciego a través del cual, pueden desenvolverse con gran ventaja.

En el Camp Nou, Raphinha encontró ese punto ciego en su duelo con Jesús. Se situó a su espalda, esperó su momento y cuando se desmarcó por delante, el joven lateral valenciano no tuvo ninguna opción para reaccionar. Ya no había tiempo, el extremo culé le había ganado la partida. La solución hubiese estado segundos antes, percibiendo su entorno, realizando un giro de cabeza para identificar el lugar en el que se encontraba su rival. Solo de esta manera hubiese podido posicionarse en la trayectoria de ruptura del extremo para evitar su avance. Para que mis jugadoras lo entiendan, yo identifico esta acción del juego como «para carrera» o “chocar desmarque”. En este comportamiento lo que la defensora debe conseguir es frenar o molestar el desmarque de la jugadora ofensiva, con el objetivo de romper ese timming perfecto de ruptura y evitar una correcta conexión que permita a la rival recibir con ventaja. Jesús no «paró la carrera» ni «chocó el desmarque» de Raphinha porque no lo vio, no le dio tiempo a reaccionar, no tuvo ese giro de cabeza que le hubiese permitido escanear el entorno. Se embobó con el balón, se centró en la posesión del balón de Busquets, se sintió atraído por esa zona en la que ronda el actor protagonista de este juego. La teoría es esta, que parece sencilla, pero en la práctica esta acción es realmente complicada de ejecutar, ya que este fútbol profesional actual se decide por milésimas de segundos.

El Barcelona buscó constantemente el punto ciego, y no lo hizo únicamente con Raphinha. Lo buscó con Sergi Roberto que intentó situarse por detrás de los mediocentros del Valencia. Lo buscó con Ansu Fati que se situó en posiciones interiores ocupando ese «cuadrado» que tanto nos gusta a los entrenadores. Ese cuadrado que se genera en el equipo que actúa sin balón (dependiendo del sistema que utilice), en el espacio delimitado por el central, el lateral, el extremo y el mediocentro del Valencia. Buscó ese punto ciego también con Balde, que se ubicó en posiciones muy altas comportándose como extremo, y creando por tanto un problema a la pareja Foulquier-Correia. De estos tres puntos ciegos, el que más problemas creó al Valencia fue este último, no tanto por el movimiento del Barcelona que ya es previsible dentro de su modelo de juego, sino por la conexión generada a través de constantes diagonales precisas de Araujo, que encontraron a su compañero dándole tiempo y espacio para atacar con ventaja en ese carril lateral, y generar continuamente situaciones de cierto peligro.

El Valencia compitió en el Camp Nou de la manera que tenía que hacerlo. Defendió muy junto, con poca distancia, siendo un equipo corto y estrecho. Como suelo decir, en el fútbol sin balón solo nos podemos tapar con una manta que es muy corta, y no podemos taparlo todo. El club de Mestalla decidió taparse bien, cerrar muy bien los espacios, y posicionarse muy cerca para así, poder generar ayudas constantes que llegaban rápido debido a que existía poca distancia entre sus futbolistas. Esta manera de defender es muy efectiva en la zona de balón, pero genera muchos espacios en zonas alejadas. Para el Valencia eso no fue un problema excesivo debido a que se comportó como un equipo muy dinámico en sus basculaciones, e intentó llegar rápido a ese carril lateral alejado, que estaba vacío de defensores pero que en muy poco tiempo recibía la llegada de futbolistas preparados para evitar el avance de los atacantes, en un compromiso de esfuerzo constante.

Esta manta corta que tan positiva fue para los de Mestalla durante el transcurso del partido, fue determinante en el resultado negativo final. Por un lado, las diagonales de las que hablábamos antes fueron las acciones que más daño generaron al club del Mestalla. Por el aire el balón viajaba muy rápido, tenso y preciso, reduciendo el tiempo para bascular a los defensores, y aumentando el tiempo de Balde para pensar y actuar. Y por otro lado, la acción del gol se produjo tras un pase diagonal, buscando la zona más alejada ante la fuerte basculación defensiva de los jugadores del Valencia.

A partir del minuto 60 se jugó otro partido. El Valencia se encontró una situación muy favorable para poder llevarse como mínimo un punto, de una de las visitas más complicadas del calendario. No lo hizo, y cuando te encuentras en descenso, por desgracia para los entrenadores, poco importa el cómo, lo único que importa es el resultado final.