Ya va siendo hora de que lo entendamos: el Valencia es sólo una empresa para Lim

De lo que va esto es de un inversor que ya no quiere ejercer, que quiere recuperar lo gastado y que la fiesta ya no le cueste más

Peter Lim con Cristiano Ronaldo

Peter Lim con Cristiano Ronaldo / SD

Toni Hernández

Toni Hernández

La culpa de lo que le pasa al Valencia es de Peter Lim. Y si nosotros nos seguimos cabreando es porque queremos y no aprendemos. No lo hacemos, no. Seguimos tratándolo como si fuera alguien que ve el club como un valencianista de toda la vida. Algo que es, lisa y llanamente, imposible. Puede que antes no, o menos, pero ahora él sólo ve números. No quiere que esto le cueste un céntimo más. Señal clara, por cierto, de que vender es una opción real. Lim quiere que esa empresa de la que se ha cansado ajuste gastos e ingresos sin pasarse un sólo euro. Y podría comprenderlo (aunque no compartirlo) si al menos tuviésemos una explicación de primera mano sobre el asunto. Pero eso no ha pasado ni, mucho me temo, va a pasar.

Llevamos discutiendo por miserias todo el verano, planteando teorías de la conspiración, hablando por boca de Lim como si alguien tuviera contacto con él o su entorno, la cual es otra de esas mentiras que, repetida muchas veces, casi acaba cogiendo tintes de verdad. Lim quiere vender, eso que no lo dude nadie; pero sabe que su activo está hecho unos zorros. Y aunque de fútbol sepa menos que yo de astrofísica, no es idiota. Si a los hechos y cuentas bancarias nos remitimos, es muy probable que de negocios entienda bastante más que la gran mayoría de nosotros.

No va a poner un euro más. No le demos más vueltas. Y la decisión la ha tomado al extremo, cabe decir. Sólo hay que ver alguna de las operaciones que hasta el momento no ha autorizado, operaciones que son calderilla, para determinar que o bien se trata de un retorcido psicópata o bien la orden es cristalina: «Hasta que no saquéis salarios no metéis otros salarios». Y punto. Y se acabó. Como no han salido los que tocaban (aún quedan tres) aquí no viene ni Perry. Esperemos que con la salida de Racic a Italia por fin llegue alguien, pero la cuenta de fichajes, de momento y para desesperación de los que trabajan aquí y cabreo monumental del entorno, está más seca que un desierto. Y para aguante de Rubén Baraja, huelga señalar. Para su aguante por ahora, ya que el entrenador sabe muy bien lo que hay y sobre todo lo que va a haber si no ocurren cosas antes del fin del mercado. Y, todo ello, acompañado de los gritos de «¡Vende!», «¡Vete ya!», «¡No te queremos, te odiamos!» o cualquiera de las muchas consignas que se oyen en este Valencia. En español, inglés o incluso en valenciano, porque el «ves a fer la mà» se habrá tenido que oír en Singapur seguro. Esto nos puede servir de terapia, pero de nada más; pues nada ha cambiado y nada va a cambiar. ¿Que es duro? Sí. Es muy duro. ¿Que no me gusta? Por supuesto que no. Pero decirme lo contrario sería engañarme a mí mismo y, si lo hago en un medio como SUPER, engañar a los lectores.

Empatizo, y mucho, con la gente que trabaja en el Valencia de aquí. Lo hago porque me parece una judiada brutal lo que les ha tocado en suerte. Para algunos de ellos se presenta la oportunidad de su vida, en el club de su vida, y se encuentran con un dueño que juega a dar alas y a cortarlas cuando le apetece. «Por dignidad, que dimitan». Creo que no hay una frase que odie más que esta, porque nunca me ha gustado jugar con la dignidad de los demás. Sé lo que se pretende decir, al menos en algunos casos, pero también me pongo en la piel del que cree que puede cambiar las cosas desde dentro. Nadie más puede hacerlo, si lo pensamos bien. Así que creo que en su lugar yo haría lo mismo que ellos.

Esto no va del Valencia de toda la vida, en eso estamos profundamente equivocados, e insistir en el error nos hace mucho, mucho mal. De lo que va esto es de un inversor que ya no quiere ejercer, que ha puesto un dinero en la mercantil, y que ahora quiere que la fiesta no le cueste más y recuperar lo gastado. Tan sencillo y tan complicado como eso. Nosotros seguiremos pegándonos bofetadas armados cada uno con su razón absoluta y él, como si nada, seguirá con su plan. Hoy el club es un número, no un sentimiento ni una forma de buscar la gloria y la felicidad. Y aquí la única solución se llama dinero. Mucho dinero, en este caso. Todo lo demás está muy bien, se aplaude y se apoya, pero siempre desde el convencimiento de que el recorrido es el que es y que no va a cambiar. Desde la comprensión de que de ahí no vamos a salir hasta que Meriton y Lim pasen a mejor vida con una venta.

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