Qué difícil es todo en torno al Valencia de hoy

Empieza a dar la sensación, incómoda, de que en el charco se vive mejor

Una imagen de Carlos Vicente con el Racing de Ferrol

Una imagen de Carlos Vicente con el Racing de Ferrol / EFE

Toni Hernández

Toni Hernández

En el Valencia de hoy en día todo es muy difícil. Todo. Diría que hay muchas cosas que son incluso imposibles. Vivimos unos tiempos pero que muy complicados porque, aunque no se pueda obviar que Peter Lim y su política global nos ha llevado a un punto del todo incomprensible, hay cosas que siguen dependiendo de nosotros y por las que no hacemos absolutamente nada por cambiarlas. Empieza a dar la sensación, muy incómoda, de que en el charco se vive mejor. De que hay muchos que han decidido que es mejor vivir en una ciénaga que no ser nadie.

Si atendemos al equipo, por un lado ponemos en valor el trabajo de Baraja; aunque menos de lo que deberíamos, porque es simplemente brutal. Y sin embargo siempre hay ‘peros’ para la plantilla, especialmente para ciertos jugadores de los que se esperan cosas que, por pura lógica, no pueden dar, y eso va degenerando en burradas la semana que se pierde que no son ni medio normales. Y que tampoco se deberían consentir, por cierto. El fútbol no puede ser siempre una barra libre excusada en ese manido mantra de «eso va incluido en el sueldo». La crítica injusta nadie la merece ni tiene por qué soportarla. Ni el futbolista ni el médico ni el mozo de almacén, independientemente de la nómina.  

El Nuevo Mestalla, el cual debería ser un punto de consenso para todos, es más que nunca un campo de batalla. Porque todo parte de un principio erróneo: pensar que hacer el campo es bueno sólo para Lim. ¡Que ese señor da igual! ¡Que no se va a llevar el campo a su casa, que será para nosotros, para nuestros hijos y nuestros nietos! Hay que tener altura de miras y no sólo buscar el rédito a corto plazo en una guerra que no se gana de esta forma, con el cortoplacismo. Por el amor de Dios, que llevamos más de tres años con esta guerra de guerrillas y no le hemos hecho ni cosquillas. Nada. Todo sigue exactamente igual que el día que se echó a Marcelino y a Mateu.

Lo siguiente va para políticos, opinión pública y cierta parte del entorno. Ponerle trabas al campo es malo para el Valencia, para el club. Muy malo. Y si de verdad la entidad tira adelante, para lo que ya sabemos que tiene el dinero (cosa que se dice muy poco porque igual no interesa), no podemos obcecarnos en querer tener razón en algo en que, además, no la llevamos. Sin el estadio estamos fastidiados con J, terriblemente fastidiados con J, y me vuelvo loco viendo que no se entiende… o que no se quiere entender, lo que es todavía peor que lo anterior.

Habla Corona en el parón. Lo digo en serio: no sé para qué. Le van a inflar a palos diga lo que diga o, peor, haga lo que haga. Voy a confesar lo que hablaba con alguien del Valencia hace unos días sobre Carlos Vicente, que igual es fichaje de enero, o de junio o no lo es, que da lo mismo. «El Valencia ficha a Carlos Vicente: ¡mataos, que sólo ficháis jugadores de Segunda!». «El Valencia no ficha a Carlos Vicente: ¡burros, que se nos escapan todos los buenos!» Eso sería lo que pasaría, o lo que pasará. Esta especie de callejón sin salida, por desgracia, sería buen resumen de lo que sucede. 

Quedamos algunos, y sé que no somos pocos, que pensamos en cada partido, que pensamos antes que nada en el equipo. En, cada vez que vemos jugar al Valencia, hacerlo con buena cara. Alegrándonos mucho cuando ganamos y sin montar dramas bizarros cuando no lo hacemos, porque creemos que tal forma de actuar no tiene sentido en el actual contexto. Supongo que somos los raros. Aunque, gracias a Dios, no la excepción. Y cada vez menos. Este ‘fenómeno’, disguste a quien disguste, cada día se extiende más.

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