La exigencia y la paciencia en el Valencia de Baraja

Este equipo puede pasar de ser excepcional un martes a una banda el domingo

Rubén Baraja tras el partido de Cartagena

Rubén Baraja tras el partido de Cartagena / JM López

Toni Hernández

Toni Hernández

El Valencia puede pasar de ser un equipo sensacional un martes a ser poco menos que una banda el domingo de la misma semana. Sí, esto es fútbol. Se vive todo al extremo, al límite, con pasión y con corazón. Pero, como en cualquier aspecto de la vida, no todo puede valer. Ni todo ni siempre. En un breve espacio de tiempo las cosas son susceptibles de variar ligeramente o de una forma más clara, pero no de dar un giro de 180 grados. 

Cuando le digo a mi director (desde hace casi un año) que no sabemos apreciar bien lo que está consiguiendo Baraja con este Valencia, me refiero a situaciones como esta. Tiene que lidiar con un vestuario muy joven, uno que puede verse afectado por las adulaciones o los palos en una medida exagerada y al que ha de educar en lo que significa ser un futbolista profesional a todos los niveles. Un futbolista, además, que se pone la camiseta de un grande como el Valencia. 

Somos capaces de quejarnos porque hay una plantilla muy joven y exigir al mismo tiempo que Otorbi sea titular indiscutible con 16 años y pico que tiene. Porque nosotros somos así, los más grandes, a lo que nos pongamos. Podemos decir que Javi Guerra es mejor jugador que Bellingham y luego darle palos al chaval porque no está todos los partidos a un nivel de Balón de Oro. Podemos decir que Hugo Duro no tiene calidad para jugar en Primera y luego soltar sin rubor aquello de ‘Soldados de Hugo’. Somos muy grandes. Y digo somos porque, como valencianista, yo también lo soy. 

Hay que aprender a tener un poco de pausa, de calma. Y a no olvidar quiénes somos. Y a aprender a movernos en este difícil contexto en el que nos vemos sumidos desde hace años. Nos guste o no y por difícil que sea, en la actual coyuntura es en la que nos tenemos que mover. Todos hemos visto al Valencia hacer el ridículo alguna vez contra equipos inferiores, incluso con plantillas de escándalo. ¿Eran malos los de esos planteles por perder eliminatorias a partido único en campos modestos de este país? Porque eso ya ha pasado, y servidor lo ha contado. ¿No era un gran equipo, por ejemplo, el que fue eliminado en Guadix hace ya muchos años? Baraja estaba en él, por cierto, y, de hecho, jugó aquella noche. 

Pedimos a un grupo de críos que sean un equipo gigante cada semana, cada partido, y en cada competición. Y eso no es fácil ni para un club con grandes jugadores en cuanto a calidad y experiencia. Podemos sacudir a Peter Lim, por supuesto, porque al final estamos así por su culpa, pero no a los jugadores. Y sacudir no significa exigir, que quede claro. El Pipo no quiere paternalismos. Cuando estamos mal, estamos mal. Y se debe decir y, sobre todo, corregir. La exigencia y la paciencia no están reñidas de ninguna manera y una de las claves del éxito, por parte de todos, está y estará en saber identificar este tipo de disquisiciones y tener la inteligencia para manejarlas apropiadamente.  

Quiero terminar hablando de alguien a quien aprecio mucho y con el que disfruto viendo que las cosas le salen bien. Jaume Domènech es historia de este club, por más que se le quiera negar eso. En esta Copa, y como tantas veces ha hecho antes, ya ha vuelto a escribir un capítulo de su idilio con la competición y con su club. Contra el Arosa nos salvó y contra el Cartagena también. Si hubiera fallado se le habría dicho de todo; así que, como ha sido al revés, también se debe decir. Alto y claro. Eres un grande, Jaume.

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