La madurez más exigente

Jorge Mendes, omnipresente en el universo del mercadeo, ha dejado su reseña en el Levante UD

Rúben Vezo, en las instalaciones del Levante UD

Rúben Vezo, en las instalaciones del Levante UD / F. Calabuig

Juanma Romero

Juanma Romero

Escribo estas líneas cuando el mercado todavía no ha cerrado. A expensas de lo que pueda o no ocurrir, la salida de Vezo ha emergido como una burbuja que podía ser esperada, pero con el paso de los días iba decayendo en los probabilístico, sobre todo por marcaje de las cruces en el calendario. Jorge Mendes, omnipresente en el universo del mercadeo futbolístico, también ha dejado su reseña en el Levante llevando a cabo una operación mucho más valiosa a nivel económico que deportivo. El luso, como casi todos los zagueros que cuenta y ha contado el Levante en los últimos años ha estado muchas veces en el foco. Como en todo, unas veces con más, y otras con menos merecimiento. La realidad, es que su ascendencia ha sido grande con más de 150 partidos como granota, galones de capitán y sinceramente, con un nivel correcto. Su caché de jugador de Primera División en un club que este año ha tenido que ponerse el traje completo de la categoría de plata podía empujarle a una salida abrupta, frenética y casi tapada. Era inviable su continuidad, pero lo rugoso del mercado le dejó aquí el pasado curso y el inicio del actual. El Pireo, conocido por un servidor, como uno de lugares donde el baloncesto se vive con esa pasión tan entrañable como intensa en Europa, será su nueva casa en la que coincidirá con un futbolista al que todos hubieran querido guardar bajo llave el Ciutat, Vicente Iborra.

En una temporada con tantas lesiones y en donde Calleja ha tenido que hacer equilibrios circenses en muchos encuentros para formar un once de garantías, su adiós se va a notar dentro y fuera. El Levante pierde enteros de potencial que posiblemente estreche niveles con otros clubes, pero el peaje es necesario, aunque puestos a pedir, si hubiera sido en verano, habría sido mejor. Eso sí, lamentos prohibidos y siempre, la mirada, hacia delante.

Esto no debe hacer perder el norte de lo que llega este fin de semana con un gran partido a priori ante el Espanyol. La popular frase de que los árboles no dejan ver el bosque tiene ahora mismo una connotación muy definida en el Levante. Y es que, pese a que la última derrota en liga data del pasado 25 de noviembre ante el Éibar, en las siete jornadas siguientes el bagaje ha sido de tres triunfos y cuatro empates, guarismos que hace solo dos jornadas permitieron reubicar al Levante en los puestos de promoción, y que ahora, lo han vuelto rebotar a la árida zona de la nada. Una lástima, porque Mirandés y Tenerife eran perfectamente rivales superables. Tanto en Anduva como en el Ciutat el cuadro granota mostró mucho más talante que el rival, pero la mentalidad y el hambre fueron de otro costal. La afición del Levante anda entre el desconcierto, la preocupación y el cabreo. Todas las posturas más que entendibles. Yo sería de la primera opción. Sigo pensando que este bloque es capaz de poder estar más arriba, pero para ello hay que poner algo más de sal al asunto

Ser contemplativo, cercano al conservadurismo y temeroso al error, atenaza en muchas ocasiones a un bloque que sigue sin encontrar una línea en la apoyarse. El Levante ha de ser valiente, y aunque justo este domingo espera el rival que más marcó diferencias este año entre unos y otros, creo que estamos en disposición de exigirle algo más a entrenador y jugadores. Y lo hacemos por convicción porque se le pide más al que puede ofrecer más, y este Levante tiene cable para estirar.

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