Opinión

Llamar a las cosas por su nombre en el Valencia, sin miedo

A Peter Lim se le sacará del Valencia con dinero. Ningún valencianista tiene autoridad moral para decir que otro valencianista, por no pensar igual que él, no lo es. La fractura que se ha generado en el entorno es terrible

Layhoon, en el palco de Mestalla

Layhoon, en el palco de Mestalla / JM López

Todos los que somos del Valencia o de un modo u otro formamos parte de él hemos dado mucha vergüenza estos días atrás. Soy consciente de que al decir esto me van a dedicar más barbaridades de lo normal, pero me seguirá pareciendo mucho peor el hecho de tener que ver a valencianistas insultándose durante días en las redes y en el propio Mestalla antes, durante y después del partido contra el Girona. La fractura que hay ahora mismo es salvaje. Y aunque el primer culpable de la misma es sin duda Peter Lim, las posturas radicales, de todos, no han hecho sino añadir gasolina al incendio.

A Peter Lim se le sacará del Valencia con dinero. Ningún valencianista tiene autoridad moral para decir que otro valencianista, por no pensar igual que él, no lo es. La fractura que se ha generado en el entorno es terrible. Sin unión, y de verdad, no hay nada que hacer. Si no partimos de estos principios, que son esenciales, no hay nada que hacer. Estaremos solos, muy solos. Y todo porque estamos generando unas expectativas que no se corresponden con la realidad.

El enemigo del Valencia es Peter Lim, no otros valencianistas. Se ha dicho mil veces, pero no es suficiente. Hemos llegado a una situación en la que los argumentos no sirven y en la que lo que se pretende es una sumisión moral que no se va a dar en pleno siglo XXI. El precio por decir lo que uno piensa es el señalamiento, que te llamen vendido o colaboracionista, que digan que eres un mamador o que «iremos a por ti cuando ellos se vayan».

Y todo esto tiene un coste, claro que lo tiene. La fractura social. Ese es el coste. Una fractura como no la ha habido antes, y como parece mentira que la haya después del proceso de venta del club. Gracias a Dios no estuve en él, porque me pareció el episodio más lamentable de nuestra historia; con muchos que ahora son paladines del valencianismo amenazando a los que no pensaban como ellos. Igual que ahora, pero cambiando las chaquetas. Que mientras haya en el armario… las que hagan falta.

No, aquí nadie tiene más razón que nadie. Ni el derecho a llamar nada a otro valencianista. Eso para empezar. Y, para seguir, recalcar que llevamos años evitando el problema y tratando de tomar atajos. “Que lo arreglen los políticos, que asfixien a Lim”. Pues no. Primero que los políticos no van a arreglar nada, ya que su función es cumplir con la ley. Y segundo, que asfixiar a Lim es asfixiar al Valencia, por más que nos duela. Porque es el club el que tiene los privilegios urbanísticos y quien debe acabar el estadio porque será quien lo explote. Tomar la parte por el todo es hacer trampas, es decir mentiras. O medias verdades, que es aún peor.

No, esto no va de si ha habido medios que han dado más o menos bola al vaciado de Mestalla. Que se haya insultado a gente como Fran Guaita por pensar por sí mismo es absolutamente deplorable. Y ya lo de llamar traidores a los valencianistas que entraron a Mestalla… ¿Traidores? ¿Pero quién demonios nos hemos creído que somos para hacer tal cosa?

Hubo una guerra entre valencianistas a cuenta de cómo ve cada uno las cosas. Es increíble, lamentable y bochornoso. Y nadie da su brazo a torcer, aquí todos tenemos razón, y el que tenemos delante es el enemigo porque no traga con lo que nosotros decimos. Lim tiene la culpa de muchas cosas de las que pasan. De casi todas, de hecho. Pero esta barbarie es obra nuestra, sólo obra nuestra.

Y a mí no me paga Lim. Que, si quisiera hacerlo o llamarme para trabajar en el Valencia, tardaría medio segundo en llegar a las oficinas, como el 99% de esta ciudad, con la diferencia de que yo lo digo abiertamente y otros se callan. Esto no va de eso. Esto va de comprarle a un señor una sociedad que vale mucho dinero, que tiene mucha deuda y que debe acabar una construcción de la que queda mucho pendiente. Y eso es lo que no encaramos. Porque, por lo que parece, es preferible apelar al Valencia de nuestros abuelos que mirar el que tenemos delante. Todos hemos tenido abuelos y padres que nos han llevado a Mestalla, todos, y ahora muchos tenemos hijos a los que también llevamos allí. El sentimiento no es propiedad de nadie. Absolutamente de nadie.

Suscríbete para seguir leyendo