La mano valencianista del Napoli campeón

Alejandro Rosalén se formó en la escuela del Valencia 8 años al lado de su «amigo y maestro» Otxotorena y sueña con volver «a medio-largo plazo»

Alejandro Rosalén, formado en la escuela del Valencia 8 años al lado de su «amigo y maestro» Otxotorena, celebra el Scudetto

Alejandro Rosalén, formado en la escuela del Valencia 8 años al lado de su «amigo y maestro» Otxotorena, celebra el Scudetto / SD

Andrés García

Andrés García

El Napoli conquistó esta semana el ‘Scudetto’ 33 años después de Diego Armando Maradona. La locura y la pasión se apoderó de la ciudad. Las calles se llenaron de tifosi y se tiñeron de azul como nunca se recordaba. Tres días después, el título se sigue festejando. La felicidad es interminable. Nápoles vuelve a respirar fútbol tres décadas después con sus nuevos ídolos. Victor Osimhen, Khvicha Kvaratskhelia o Luciano Spalletti. Pero el éxito del conjunto del sur de Italia solo se explica en clave equipo. Y dentro del engranaje del grupo campeón hay una pieza muy importante: valenciana y valencianista. Se llama Alejandro Rosalén. Natural de Lliria. De 46 años. El preparador de porteros del campeón de la Serie-A, que trabajó ocho años en las categorías inferiores de la ciudad deportiva de Paterna y que sueña con volver a ‘casa’ algún día cuando su «amigo y maestro» José Manuel Otxotorena cuelgue los guantes por segunda vez. Mientras tanto, sigue creciendo en el Calcio. A lo campeón.

Alejandro se retiró a los 24 años. Su etapa como portero fue breve. Pasó por la escuela del Valencia y el Levante y militó en el Orotava y el Huesca poco antes de regresar al equipo de su pueblo: el Lliria en Tercera División. Allí se dio cuenta que su carrera como profesional no iba a prosperar. Podía haber seguido, pro su ambición profesional se lo impidió. Solo un año después de colgar las botas, Rosalén comenzó su nuevo desafío deportivo como preparador de porteros. Primero en el Lliria y después en el Ribarroja, al que ayudó a subir a Tercera División. Compaginó sus funciones en el Alzira en Segunda B con la Academia del Valencia hasta que los responsables de escuela le comunicaron que lo necesitaban a pleno rendimiento al 100%. Alejandro pasó 8 años en la escuela. Por sus manos pasó Vicent Guaita. «Siempre he intentado ficharlo y no he podido», admite.

Su paso por el Valencia también le sirvió para conocer y aprender de Otxoto. «Es mi amigo y mi maestro. Es una referencia para mí y el padre de esta generación de porteros españoles que están repartidos en las mejores ligas del mundo. Absorbí sus conocimientos y crecí de su experiencia». Rosalén le admiraba, pero al mismo tiempo sabía que la puerta del primer equipo estaba cerrada. El propio Otxoto le animó a salir y volar. Y así surgió su primer reto internacional: un equipo de la primera división de Hungría al que clasificó para la Europa League. Su éxito no pasó desapercibido para el entonces director deportivo de la Fiorentina Edu Maciá. Los húngaros le propusieron tres años. Edu, solo uno a prueba. Rosalén arriesgó y ganó. Su ambición tuvo premio. Sacó la mejor versión de Neto Murara y se ganó un estatus en el Calcio. La llegada de Gennaro Gattuso al banquillo fue su final en la Fiore. Rino llevó su equipo de trabajo y el club le invitó a irse cuando ya se había acordado su continuidad. Nunca lo olvidará. Era un 24 de mayo. Dos días más tarde, el Napoli llamó a su puerta. Spalletti siempre lo tuvo muy bien considerado. El proyecto campeón había nacido.

«El año pasado hicimos un temporadón, quedamos terceros y sabíamos que sería difícil superarlo. Al principio de temporada tuvimos dudas porque se fue Mertens, Insigne, Koulibaly, Ospina, Fabián... pero el club reconstruyó el equipo con Kvaratskhelia, Raspadori, Kim... y recuerdo que Spalletti en pretemporada me dijo que el equipo de este año iba a ser más fuerte que el del año pasado. Juntamos calidad con hambre y el equipo pronto comenzó a volar en la liga y en la Champions. Tuvimos muy mala suerte en los cuartos porque en la ida no estaba Osimhen y en la vuelta salía de lesión. Fuimos superiores en los dos partidos, pero no estuvimos acertados cara a puerta y eso se paga». Por suerte le esperaba la gloria de la Serie A y la explosión de alegría de Nápoles. «Nunca había vivido algo así. Cuando salía a cenar me decían ‘Como ganemos el Scudetto ya verás lo que pasa’. Yo siempre pensé que no sería para tanto, pero me equivoqué. Ha sido una locura. Me di cuenta el día que ganamos a la Juve y a las tres de la mañana habían 3.000 personas en el aeropuerto. He alucinado. La gente es muy creativa y siempre te sorprende. La ciudad ardiendo por los fuegos artificiales, un barco en medio de la ciudad... La celebración ha superado todas mis expectativas», recuerda.

Alejandro ya está pensando en el proyecto de la temporada pasada. Es un ganador. Le queda un año de contrato más otro opcional, aunque en su futuro a «medio-largo plazo» está el Valencia. Es su sueño. Eso sí, cuando Otxoto dé un paso al lado. «A las autoridades hay que respetarlas y Otxotorena lo es. Nunca volvería si eso significa su salida. El día que se den la condiciones mi sueño sería volver a Valencia. Tengo esa ilusión a medio largo plazo». Mientras tanto, le desea lo mejor al club y al portero. «Mamardashvili me gusta y está en manos del mejor preparador de porteros del mundo. Le deseo lo mejor al Valencia que es el club que me ha formado como jugador y entrenador. Espero que se salven y que vuelvan a ser el club grande en Europa que siempre fue».