Opinión

Una mirada externa

Mestalla es un volcán con capacidad para despertar y Gattuso, viajero perspicaz que nos ha calado a la primera, ha activado un plan que no se debe arruinar en lo que falta de mercado

La grada de Mestalla durante la jornada 1 de LaLiga

La grada de Mestalla durante la jornada 1 de LaLiga / JM Lopez

Tengo especial debilidad por las crónicas de viajes de escritores y corresponsales extranjeros. Sus miradas aportan el acierto de una percepción externa que suele ser limpia. Será que el contraste cultural abre una capacidad de observación ajena a la perspectiva viciada local y presenta una conclusión lúcida. Evelyn Waugh por el norte de África, Norman Lewis en Nápoles, Enric González en Nueva York, Olivia Manning en Bucarest, Leonardo Sciascia en Cádiz, Peter Robb en Palermo, Kenneth Tynan en València… El diagnóstico externo no solo retrata ciudades, sino que también ayuda a definir a clubes de fútbol, cuyos estadios no son sino la expresión concentrada de toda una comunidad, de sus anhelos y frustraciones.

El fútbol en una ciudad como València lleva a un punto de agitación y desgaste que desdibuja la realidad. La foto nos sale movida. Por eso es bueno a veces que, inmersos en la constante agitación del «vete ya» y el «ja tenim equip», las miradas externas hablen por nosotros y nos recuerden de forma serena la dimensión del Valencia Club de Fútbol. Esta semana ha habido algunos ejemplos. Carlo Ancelotti, poco sospechoso de demagogias, analizaba lo que puede dar de sí el campeonato y, tras enumerar a los favoritos, recordaba levantando la ceja pero no la voz que el Valencia de Rino Gattuso «trae consigo una ciudad y una historia importantes».

El entrenador Ancelotti es también el espectador Carletto, viajero en mil estadios, que en cada visita repara en que Mestalla es un volcán con capacidad para volver a despertar. De esa tradición indeleble se percatan los llamados ‘groundhoppers’, los coleccionistas de estadios, que se dedican a visitar recintos alrededor del mundo. Una tendencia turística en auge en la que los aficionados británicos, cuna del fenómeno, manifiestan una especial fascinación por Mestalla. Uno de ellos, Lee Vaughan, reseñaba en Twitter esta semana que tras ir al Valencia-Girona, Mestalla se había encaramado «al instante» en el número 1 de los más de 1.700 estadios que había inventariado.

La visión de esa grandeza latente que a veces solo se aprecia desde fuera animó a Gattuso a aceptar un proyecto tan minado y tan cerca del colapso como el Valencia. De ese relato es el que tira el técnico calabrés cuando llama a futbolistas ilustres para que vengan a un estadio y una ciudad que han asistido a tardes alucinantes de fútbol. Días no tan lejanos porque la capacidad de regeneración es enorme, porque este club arrastra no solo gente sino mucha memoria. La escenografía contra el Girona, con 40.000 espectadores entregados, ovación a Gayà y un equipo que divierte, sufre y vence, fue un simple destello del tiempo perdido que se puede llegar a recuperar si el club obedece a la ambición que exige su historia. La voluntad de querer llegar que detectaron los visitantes checos en el Mestalla de 1923.

Y cada victoria cuenta en ese camino. Solo hay que ver la reactivación que un título de Conference League (y aquí soy yo el observador externo) ha supuesto para un club como la Roma. A corto plazo, un título menor con beneficios económicos insignificantes. Pero lo que realmente cuenta es asistir al rugido de un gran clásico, la trascendencia de volver, con decenas de miles de aficionados detrás, instalados de nuevo en el largo verano de los días felices. Un simulacro de renacimiento que nos es familiar con el multitudinario arrebato colectivo de cada final de Copa. Gattuso, viajero perspicaz que nos ha calado a la primera, ha accionado un plan que no se debe arruinar en dos semanas de mercado.

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