A la guerra con Javi

Gayà abraza a Javi Guerra

Gayà abraza a Javi Guerra / F. Calabuig

Andrea Esteban

Andrea Esteban

Miedo. Angustia por un riesgo o daño real o imaginario. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. El miedo es una de las emociones más complicadas de gestionar para un deportista. Cuando aparece el miedo te bloqueas, te paralizas y tu mente se llena de pensamientos automáticos negativos que eres incapaz de controlar. En ese momento entras en un bucle que te impide concentrarte, sientes que no tienes los recursos para salir de él, compites a un nivel impropio al que estás acostumbrado, y solo deseas que el partido acabe cuanto antes. Empiezas a jugar en piloto automático, te dejas llevar y tiras la toalla, no puedes cambiar la situación, te encuentras completamente expuesto ante más de 42000 personas, que no entienden que atletas de primer nivel no puedan dar su mejor rendimiento en uno de los partidos más importantes del año.

Ansiedad. Estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo. La ansiedad es un sentimiento de miedo, temor o inquietud. Produce pensamientos o creencias difíciles de controlar que te hacen sentir inquieto y tenso, e interfieren en tus actividades cotidianas. A nivel físico aparecen latidos cardíacos fuertes y rápidos, dolores y molestias inexplicables, mareos y falta de aire. Estas consecuencias a nivel físico y mental pueden gestionarse cuando aparecen si los futbolistas tienen los recursos necesarios para hacerlo. Sin embargo, para mí lo más sorprendente es que la ansiedad produce un cambio en el comportamiento del atleta y es que lo único que quiere en ese momento es evitar realizar las actividades diarias que está acostumbrado a hacer, aquellas que realiza de manera automática porque ni siquiera aquello que nosotros podemos ver desde fuera como algo sencillo, en ese momento ellos lo perciben como un obstáculo enorme y se sienten incapaces de poder superarlo.

El miedo y la ansiedad definen la primera parte del Valencia. Inoperante a nivel futbolístico, impotente a nivel físico e incapaz a nivel mental. Los futbolistas de Mestalla cometieron errores no forzados impropios de futbolistas de primer nivel. No fueron capaces de superar en intensidad, esfuerzo y agresividad a sus rivales. Fue algo incomprensible en un partido en el que lo normal es que el futbolista “vuele” con aquello que considero lo mínimo exigible cuando sales al terreno de juego. ¿Qué es lo mínimo? Para mí, es algo que a veces ensalzamos, pero que debería ser el comportamiento habitual cada fin de semana. El futbolista cada vez que pisa el terreno de juego debe de dar absolutamente todo lo que tiene dentro, con el objetivo de volver al vestuario al final del partido con la conciencia tranquila ya que no puedes ponerte ningún “pero”, pensando que en alguna acción podrías haber hecho algo más. No hablo de calidad o precisión, ahora mismo hablo de compromiso y solidaridad. Todos los futbolistas del Valencia han demostrado en los momentos más complicados tener ese compromiso con el equipo, con el club y con la afición, y así lo volvieron a demostrar en la segunda parte, en la que se desquitaron de ese miedo y de esa ansiedad, que les bloqueó completamente durante la primera parte del partido.

Lo más bonito del fútbol y lo que hace que sea uno de los deportes más impredecibles que existen, es que eres capaz de ganar un partido de fútbol, sin fútbol. El Valencia no tiene fútbol, y con el poco tiempo que resta de temporada es muy complicado que acabe teniendo fútbol este año. El aficionado del Valencia no debe esperarlo, sino que ahora mismo es algo completamente secundario. Pienso realmente que el fútbol te acerca a ganar, te pone en una situación ventajosa frente a tu rival, y hace que te sientas completo cuando consigues ganar por el camino que tú querías. Esto es una doble victoria, y no hay mejor manera para conseguir que tus futbolistas crean en ti, que decirles vamos a ganar por este camino, y cumplirlo. Sin embargo, en una situación límite en la que principalmente no hay tiempo efectivo para realizar cambios a nivel futbolístico, lo único que queda es agarrarse a lo anímico, tocar la fibra, poner la piel de gallina, emocionar constantemente al futbolista para que se haga “grande” y sea capaz de dar, más de lo que cree que es capaz de dar.

Ir a la guerra con Javi es agarrarse al sentimiento de pertenencia, a la identidad de un club, a la academia, a la cantera, al futbolista de la Ciudad Deportiva de Paterna, al joven que solo pisar el césped de Mestalla hace que una respuesta eléctrica le recorra toda el cuerpo. Ese mismo impulso recorre de la misma manera el cuerpo del aficionado de Mestalla cada vez que va al estadio y pone su pase en el torno con la intención sentirse reflejado por uno de los futbolistas que le representan. El Valencia debe de ir a la guerra con Javi. Javi es el espejo de todos los aficionados.