Baraja no es Gattuso, pero mucho cuidado

En vez de refuerzos, Lim sigue llenando el mercado de minas. Y el peligro, como con Paulista, es que el Pipo acabe pisando una

Atlético de Madrid - Valencia

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Rafa Marín

Rafa Marín

Se cumple un año de que Gattuso dijese basta, que ya no podía más con tanta mentira. Pero aquí lo único que ha cambiado es Baraja. Fue el Pipo quien tiró de los chavales para evitar el descenso, quien ahora está con ellos en la pelea por Europa. Pero siendo el responsable de todo lo bueno que está pasando, la mano que le echa Lim es al cuello. De locos. Ya puede entrar dinero por Koba y ponerse Rafa Mir a huevo que nada. ¿Faltan extremos? Pues a apañarse con una cesión que ya no es que venga del Real Madrid, sino que lo hace del Castilla.

¿Faltan centrales porque Cenk, oh sorpresa, ha sido un fracaso? Pues a olvidarse de Paulista, que Diakhaby vuelva de la Copa de África entero y más madera para Mosquera y Yarek. Y así con todo: Lim no quiere gastar. En un momento en el que el entrenador es ambicioso, la orden de Singapur vuelve a despejar cualquier duda sobre lo poco que al máximo accionista le importa.

En vez de fichajes el mercado se llena de minas. Y el peligro es que el míster del presente y el futuro acabe pisando una. Se hace imposible conjugar cualquier mensaje de crecimiento con perder a un central como el hispano-brasileño. Encima por un problema que se conocía y para el que no se ha puesto ningún remedio. Egoístamente para el Pipo, no para el equipo, lo mejor sería su salida inmediata al club que se le ha buscado sobre la bocina y que está para cerrarse. Ojalá.

Porque sabiendo cómo se las gasta Baraja, si Paulista se queda, va a seguir jugando. Y sabiendo cómo se las gasta Lim, la bomba explotará antes o después, como siempre ha ocurrido. Baraja no puede perder el respeto del vestuario tragando con eso, ni se lo puede perder él a sí mismo. Así que ni Mir, ni Federico ni Koba. El final de la ventana de enero, como hace un año, vuelve a ser más de lo mismo. Y por fortuna Baraja no pegará la espantada, pero ojalá no llegue el momento en el que él también acabe diciendo que basta, que no puede más. 

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