ARENAS MOVEDIZAS

La hora del vermut

Sean bienvenidas las denuncias de abuso sexual y de autoridad que salen a la luz en profesiones públicas y glamurosas. Imaginen lo que debe de estar ocurriendo en ámbitos más anónimos y privados

De regreso a casa, me encuentro con el cartel de un bar moderno que anuncia pomposamente la carta de aperitivos. 'La hora del vermouth', promete en caracteres de elegante tipografía, acaso Bodoni o Bookman, cuerpo 72 o 74. A continuación detalla la oferta de pinchos y tapas que acompaña al vermut de grifo: anchoas del Cantábrico, ostra 'spéciale Sorlut nº 3', bravas, tacos de rabo de toro y carpacho de pulpo con mayonesa de Kalamata, que no es mayonesa ni tapenade, pero suena bien a esa hora. La hora del vermouth. Mi subconsciente transforma 'vermouth' en 'vermut' y de ahí al director de cine cuyo apellido marida con anchoas, boquerones y sexo duro. Conforme avanzo calle arriba, mi pensamiento se pierde entre el delirio de los juegos de palabras. Vermut, llegó la hora.

Esa mañana se ha destapado la caja de Pandora.

que atribuyen al director de cine Carlos Vermut, un trabajo periodístico impecable, con declaraciones juradas de las denunciantes y la oportunidad de explicarse concedida al aludido hasta en tres ocasiones. Cada argumento que ofrece en su defensa es peor que el anterior, hasta que llega la madre de todas las deposiciones. "Imagínate que he subido con una persona a mi casa y estamos en la cama o en el sofá hablando. Doy por hecho que tiene una intención sexual", arguye el cineasta. Hay sofás que lo van pidiendo a gritos.

Pues ese es el problema, Carlos, que lo das por hecho. Como si los parados de este país dieran por seguro un puesto de trabajo nada más pisar la oficina de empleo. Entre dar por hecha una intención y el consentimiento y aceptación de las dos partes hay un trecho tan largo como la posibilidad de que al director de 'Mantícora' vayan a descancelarlo a corto plazo. A la hora de escribir este artículo, el servicio gratuito de 'streaming' de RTVE ha eliminado de su catálogo 'Magical Girl', la película más reconocida de Carlos Vermut. Los tiempos avanzan que es una barbaridad.

Las acusaciones de violencia sexual contra el director han dejado en shock al cine español. No por desconocimiento, que parece ser que todo el mundo sabía, conocía, sospechaba, intuía; sino porque el trago de que lo que, según parece, era un secreto a voces ha acabado tomando las alfombras rojas, primero en los Feroz, y en unas semanas, presumiblemente, en los Goya.

Que en el cine y en el mundo del espectáculo hay que pasar por el cuarto oscuro con según qué tipos para obtener un trabajo es tan antiguo como el 'Viaje a la Luna', de George Méliès. De Gwyneth Paltrow a Charlize Theron, por citar actrices contemporáneas, la lista de intérpretes que han desvelado que les sugirieron o mantuvieron relaciones sexuales para obtener un papel o trabajar en la sastrería es larga como la carrera de directores y productores que continuaron haciendo películas y acaparando premios tras conocerse en el mundillo lo que se cocía entre las bambalinas de un casting. De Roman Polanski a Harvey Weinstein. También todo el mundo sabía, conocía, sospechaba, intuía.

Dado que muchos conocían y muchos callaron, que cunda el ejemplo de estas tres mujeres. En profesiones expuestas al gran público cuentan, al menos, con la probabilidad de que salgan a la luz las miserias de quienes abusan y violentan desde posiciones de autoridad. Imaginen lo que debe de estar ocurriendo en la parte anónima del iceberg, en esos ámbitos sociales y profesionales anónimos, ajenos al glamour de las alfombras rojas, de la ostra 'spéciale Sorlut' y de la mayonesa de Kalamata. ¿Quién cancela a esos tipos que dan por hecho que hablar en el sofá esconde otra intención distinta a la de hablar en el sofá? A ver si ahora la culpa va a ser del mobiliario