El juicio civil más largo de la historia de Singapur

Peter Lim fue acusado de no actuar de buena fe en el mejor interés de su empresa, con la que se embolsó junto a otros tres socios más de 100 millones de dólares a costa de un club de campo que prometía ser exclusivo

Los negocios de Peter Lim en Valencia distan mucho de ser satisfactorios, al menos en lo que respecta a la salud de la empresa. En cuanto a su beneficio económico personal, eso ya es otra historia. Si nos remontamos más de 20 años en el tiempo, y nos situamos en Singapur, aparece la figura de un Lim de 42 años al que llegó a sus oídos una oportunidad de negocio en la que invertir, y que terminó en una disputa por el control de un club exclusivo, derivando en el juicio civil más largo de la historia del país asiático. 82 días y 22 testigos.

Por el camino, denuncias cruzadas, hacinamiento, alzamiento de bienes... Todo a raíz del Raffles Town Club (RTC), un proyecto que nació con el objetivo de ser un club exclusivo, y del que Peter Lim era uno de los principales socios. Para entender cómo entra Lim en este negocio hay que retrotraerse hasta 1996, cuando un grupo de cuatro amigos (Tan Buck Chye, Lawrence Ang, William Tan y Dennis Foo) deciden abrir varios negocios juntos en el mundo de los pubs y, ante el éxito cosechado, buscan dar un paso más y adentrarse en el negocio de los clubes de campo exclusivos a través de Europa Holdings (EH), una empresa madre de la que emana Raffles Town. Es ahí donde entra en escena Peter Lim. Tan Buck Chye trata de convencer a sus socios de que el "Rey Remisier" (rey de las comisiones), como era conocido por aquel entonces Lim, era el indicado para que realice la inversión necesaria para comenzar el proyecto, entrando así como accionista y directivo tanto de RTC como de EH.

"Tan Buck llama "dios" al señor Peter Lim, no solo jefe. Vamos a ganar mucho dinero, porque conocimos a un dios, al dios del dinero". Así hablaba Lawrence Ang sobre cómo era visto Peter Lim, en una declaración que recoge una sentencia de 2010 a la que ha tenido acceso Superdeporte, y en la que el propio Raffles Town Club, empresa de la que poseía un 40% Peter Lim, demandó al magnate singapurense. Una demanda que llegó después de que el propio Lim tratase de hacerse con el control de la empresa, intentando pasar por encima del resto de socios, lo que originó un cruce de denuncias de la que se destapó un delito de hacinamiento.

¿En qué consistió la estafa del club Raffles? El hecho es que en unas instalaciones preparadas para albergar 7.000 personas, se aceptaron 19.000 solicitudes de las 24.000 que llegaron, a razón de 28.000 dólares por miembro. Y es que en marzo del año 2000 el club abrió sus puertas y, como era de esperar, presentó serios problemas para dar un servicio “exclusivo” como se vendía, además del inevitable hacinamiento que se agudizó entre los primeros tres y seis meses.

Ya por aquel entonces la erosión interna entre socios era muy grande y aunque Peter Lim todavía no figuraba como accionista oficial por su voluntad de ocultar bienes a su entonces esposa, la realidad es que tal y como revelan diferentes fuentes del caso en el propio juicio, su posición era la de un director de facto que ‘colocaba’ a gente de su confianza -como Layhoon- en puestos importantes y que llegó a copar de sus afines la junta directiva, lo que a la postre acabaría siendo un problema cuando decidió reclamar sus acciones y pasar al ataque para garantizarse el control total de la compañía con el apoyo de Dennis Foo, su socio más afín dentro del accionariado.

Esta lucha de poder se materializó en un juicio que destapó el problema de hacinamiento, por el que un grupo de miembros del club demandó a Raffles Town Club, que se vio obligado a pagar 3.000 dólares por demandante. Acto seguido la propia empresa de Lim, RTC, demandó tanto al magnate singapurense como al resto de socios, Lawrence Ang, William Tan y Dennis Foo, por no actuar de buena fe en el mejor interés de la empresa, violar el deber fiduciario de lealtad y el de honestidad, entre otros deberes para con la empresa como dirigentes. Todo ello por engrosarse los bolsillos a costa de RCT. La demanda no fue satisfactoria, pero la realidad es que tanto Lim como el resto de demandados fueron capaces de generar una gran suma de ingresos en “servicios de gestión”. 78 millones por una parte, 13 por otra y 33 a una cuenta bancaria extraterritorial. Unos ingresos que se adjudicaron al no poder RTC pagar dividendos legalmente ya que no contaba con las garantías legales según las normas contables. Una historia repleta de traiciones, fraudes y engaños, en los que una nueva empresa de Peter Lim fue muriendo a merced de la codicia de sus dirigentes, y que terminó cayendo por su propio peso fruto de las irregularidades.

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