Opinión

Del Valencia de Bordalás siempre y de permisos, filias y fobias

Que no vendan a los claves, que haya fichajes y que renueven a los importantes

Los jugadores del Valencia frente al Villarreal

Los jugadores del Valencia frente al Villarreal / JM LÓPEZ

La fe en el Valencia de José Bordalás, y la confianza, deben ir mucho más allá de un resultado, favorable o adverso. Porque si nos exponemos a esa montaña rusa de sentimientos todo el año, podemos acabar con los nervios destrozados. Este equipo es un proyecto, que tiene sus tiempos y debe dar sus pasos, y si pretendíamos después de las cuatro primeras jornadas ganar la Liga, estábamos tan engañados como si la idea era la de no bajar tras siete partidos sin conseguir la victoria. Lo que se está haciendo no se consigue de la noche a la mañana, no es algo que salga por generación espontánea, y menos con la inversión hecha en fichajes. Marcelino lo consiguió en la temporada 17/18, pero aquel verano llegaron al club Neto, Murillo, Gabriel Paulista, Kondogbia, Andreas Pereria, Guedes… Comparar una situación con otra resulta de todo punto engañoso, lo mismo que entrar a comparar los números de distintos técnicos en la jornada 12. Los contextos marcan siempre esos puntos, y no tienen nada que ver. Y no es por desmerecer a los que están ahora, pero es que la inversión va del cielo a la tierra, y eso también tiene su peso en el análisis de las situaciones

La noche del Betis, y es cierto que fue una de esas derrotas que además de doler te dejan una sensación de vergüenza interna muy molesta, la cantidad de burradas que se dijeron sobre el equipo, sobre la idea de juego (que se ha corregido, porque el técnico no acierta siempre), sobre los fichajes, sobre todo lo que hay en la cabeza de las personas que piensan en fútbol en este club, y no hablo de Anil Murthy, que ni sabe ni quiere ni falta que hace, no sólo cuestionó, sino que directamente se puso a parir. Y luego vino la mezcla perfecta que viene saliendo en los tiempos que corren, es decir, mezclar a Meriton con el Valencia, que aunque estén cogidos de la mano por los caprichos de las SAD, no tienen nada que ver. El club no se muere más o menos por perder 4-1 en Sevilla, lo mismo que no levanta cual Lázaro cuando le gana 2-0 al Villarreal. No, la montaña rusa de emociones no puede ser esto, porque acabará con nosotros en todos los sentidos. Sólo hay que ver cómo andan las redes después de cada partido, pase lo que pase, porque todo son batallas entre los que piensan de una forma u otra.

Todos, repito, todos, hemos generado un ambiente de crispación que hace el ambiente irrespirable, no se puede llamar de otro modo. Aquí todos queremos tener razón, todos queremos imponer nuestro criterio, y como no sea así, ya sabemos, tenemos al enemigo enfrente. Lo estamos viendo estos días. Había que aplaudir a unos, a otros no, celebrar los goles, dejar de celebrarlos… Las opiniones, todas se puede y se deben expresar, pero quizá olvidamos algo demasiado a menudo: el Valencia está por encima, y no es una contradicción el pegarle palos como castillos a la propiedad, bien merecidos, el ser agradecidos con jugadores que han sido emblema de este club, y tener muy claro que durante 90 minutos, si no llevas la camiseta del Valencia, eres el enemigo porque nos quieres ganar. Y todo ello sin hacer bandos, que no es necesario, y yo mismo puedo haber caído en la trampa de entrar en esa discusión innecesaria. 

El Valencia de Bordalás tiene que crecer con el paraguas de la confianza de todos nosotros, y si pudiera ser, con el apoyo claro y sincero de la propiedad. Es decir, que no le vendan a nadie clave, que le renueven a la gente importante que se quiere, y que se traigan los fichajes que hacen falta para poder dar el salto de calidad que se necesita. Y creer en ello significa pasar noches como la de Sevilla o tardes como la del Villarreal en el espacio de tres días. Y si no pasamos de quemarnos en el infierno a pensar que estamos en el cielo, mucho mejor para todos y para nuestros nervios. Y no olvidemos lo de siempre: el Valencia está por encima de cualquier otra cosa. Hay quien me reprocha que diga esto todas las semanas, aunque el verdadero problema es que haya que hacerlo porque se nos olvida siempre.