Opinión

El estadio que no habla de fútbol

Esta vez las recreaciones virtuales habrá que creérselas porque existe financiación externa para volver a enchufar el jukebox y proseguir con aquel baile

Imagen prevista del Nou Mestalla

Imagen prevista del Nou Mestalla / VCF

El nuevo estadio nació desde la euforia de las élites financieras y políticas, el reclamo original no vino de la reivindicación en masa de unos aficionados que nunca se quejaron de que en tres cuartas partes de la grada de Mestalla, su casa, hubiese que llevar paraguas en las noches de lluvia. La presentación de la maqueta, en aquella fiesta austrohúngara (por su brillo ocre y su lectura berlanguiana), fue aceptada por los aficionados, en el contexto efervescente de una época en la que caer en el último minuto de los cuartos de final de Champions se consideraba aburrido. Pero debajo de los adoquines de aquella ciudad, sorpresa, no había arena de playa, solo confeti pegajoso por el cava derramado y las marcas de frenazos de la Fórmula 1. Para el Valencia Club de Fútbol supuso una trampa de la que solo podría escapar aceptando a Peter Lim como un liberador. Jah.

En aquel primer proyecto se especificaba que las butacas del palco tendrían una anchura faraónica de 110 centímetros, pero de fútbol se hablaba poco. Hoy, quince años después y en un mundo que es otro, de fútbol sigue hablándose muy poco cuando toca referirse al futuro estadio. Y esta vez las recreaciones virtuales habrá que creérselas porque existe financiación externa para volver a enchufar el jukebox y proseguir con aquel baile. Los primeros “renders” nos informan de que un entero anillo del recinto quedará reservado a la restauración, y que el futuro se dicta a golpe de franquicia y entretenimiento porque los hábitos de ocio (es cierto) han cambiado.

Pero hay que partir del equilibrio y de una premisa sagrada. Esta historia no trata de hacia donde vamos, a Los Ángeles o Shanghai, sino de donde venimos, de Mestalla. 

Un estadio centenario y muy urbano que es puro vértigo, precipicio y adrenalina. Un templo para los valencianistas y uno de los círculos del infierno de Dante para los rivales. El segundo mejor estadio del mundo para The Telegraph. No transportar toda esa atmósfera, tradición y embrujo al nuevo estadio puede llevar a este club a embarrancar definitivamente. Ahí está la Real Sociedad, que ha recuperado presencia y prestigio desde el momento en el que Anoeta empezó a parecerse a Atotxa

No se trata de organizar una resistencia y encadenarse en Mestalla. Por más mestallismo que respiremos, el proyecto del nuevo estadio debe ir hacia adelante porque hay una inmensa anomalía urbanística que hay que resolver de manera urgente. También es tarde para haber hecho como Athletic o Arsenal, que no se fueron del barrio, y promover un regreso a Algirós. Es tarde para casi todo y sin embargo es hasta posible que el valencianismo asimile el traslado con naturalidad, es un club que nació con vocación lúdica, ahorrándose la brasa distintiva del preámbulo amateur.

Pero, cuidado, con la excusa del doblete, ya fue la llamada de la modernidad (la que siempre nos había dado el fútbol) la que condenó al Valencia a una época de convulsión salvaje en la que se ha mantenido en pie, precisamente, por Mestalla. Porque en las buenas y en las malas, al final, siempre quedaba Mestalla, la conexión antigua hacia un club, un deporte, unas costumbres y una ciudad que ya habían cambiado. No hay que deslumbrarse con destellos de sofisticación. Hay que saber, y en una presentación pública, cuánta distancia habrá de la grada al césped o cómo se facilitará el acceso en una zona de tráfico denso de toda la feligresía comarcal o de toda la que ya no va a poder ir a pie como en el actual y céntrico estadio. Esta historia se empezó con Cubells retirando las piedras del solar de Algirós. Esto es fútbol: liturgia, tribu y raigambre, no una tarde en el centro comercial. El nuevo estadio debe orbitar en torno al fútbol y su gente, porque si no se calcula el salto en esta ocasión no estará el viejo Mestalla para amortiguar el golpe.